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Andalucía

EDITORIAL

La izquierda entra en pánico en Andalucía

Las negras perspectivas y la falta de escrúpulos de los dirigentes izquierdistas auguran un lodazal político en los días de campaña que restan.

Al llegar al ecuador de la campaña de las elecciones andaluzas, la nota más destacada es el pavor de los partidos de izquierda ante una probable catástrofe electoral el próximo 19 de junio. Socialistas y comunistas, en solitario o formando parte de las curiosas ensaladas de siglas con que dan forma a sus coaliciones, han dado buenas muestras estos días de su temor a que los electores les den la espalda y se reproduzcan los resultados de las pasadas elecciones en Madrid o incluso Castilla y León, donde las fuerzas izquierdistas fueron vapuleadas y reducidas a su mínima expresión.

Según las últimas encuestas, el PSOE estaría más de diez puntos por debajo del PP en intención de voto, pero la situación se agrava en el conjunto de la izquierda ante los buenos resultados de Vox, paralelos a la caída constante de las dos fuerzas ultraizquierdistas que concurren a estas elecciones en Andalucía. Así pues, a una semana de la cita con las urnas, la izquierda empeoraría notablemente el peor resultado electoral en Andalucía tras cuatro décadas de mayorías aplastantes, en un territorio que siempre fue el principal granero de votos socialistas a escala nacional.

La situación es tan preocupante que Sánchez no ha dudado en enviar a sus ministros a hacer campaña para tratar de movilizar a su voto tradicional. Él mismo se está volcando en las elecciones andaluzas, consciente de que son una suerte de primera vuelta de las generales del año próximo, en las que se juega su permanencia en el poder.

Pero la imagen de Sánchez y su participación constante en los mítines de las distintas provincias andaluzas no parecen estar siendo el remedio para evitar la debacle, sino todo lo contrario. En una comunidad caracterizada por su lealtad a España y la Constitución, las componendas de Sánchez con proetarras y separatistas son interpretadas como una traición incluso por gran parte de su electorado tradicional, que podría protagonizar una abstención sin precedentes. El lastre del sanchismo se acrecienta con la figura de Juan Espadas, un hombre de Sánchez con un pasado de larga data en el PSOE andaluz, identificado con lo peor del socialismo tras cuarenta años de compra de votos y corrupción.

La ultraizquierda, por su parte, trata de disimular su desesperación sacando a pasear la Guerra Civil y el franquismo, como si estas elecciones fueran una suerte de plebiscito en el que esas fuerzas radicales encarnaran ridículamente la democracia o la libertad. El papelón de Yolanda Díaz pidiendo el voto a los represaliados por la dictadura es fiel reflejo del estado catatónico de su liderazgo al frente de un futuro movimiento político, que nacería terriblemente tocado por el batacazo electoral que le anuncian todas las encuestas.

Tiene razón Moreno Bonilla al esperar el juego sucio de la izquierda en la recta final de esta campaña desastrosa para los intereses socialcomunistas. Las negras perspectivas y la falta de escrúpulos de los dirigentes izquierdistas auguran un lodazal político en los días de campaña que restan hasta que se abran las urnas este próximo domingo.

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