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Javier Somalo

Subirats, ministro de granjas

En las granjitas docentes catalanas, también en las universitarias, sucede que se viola la Ley sin rubor, con publicidad y profundo orgullo.

En las granjitas docentes catalanas, también en las universitarias, sucede que se viola la Ley sin rubor, con publicidad y profundo orgullo.
El ministro de Universidades, Joan Subirats, comparece juanto a Alberto Garzón. | Europa Press

Alberto Garzón ni se va ni lo echan. Se queda, escoltado macarrónicamente por Pablo Sincoleta, que ya pasará la factura desde algún podcast.

Pero igual que España está repleta de campos de exterminio de semovientes que generan carnes putrefactas y convierten las aguas en hiel, los suelos en páramos y la atmósfera en fétido veneno, las universidades catalanas son el vivo ejemplo de la diversidad, la convivencia y el respeto. Y parece que Joan Subirats tampoco se va, ni lo echan ni indigna lo suficiente con su exquisito saber.

Por si luego el Ministerio de la Verdad cambiara nuestros recuerdos, leamos las palabras del ministro de Universidades, pronunciadas en su primer encuentro formal con la prensa desde su nombramiento y tan graves como las del súbdito analfabeto de la RDA:

"No creo que exista un problema con el castellano en las universidades catalanas. Llevo 47 años dando clases y nunca tuve problemas".

Pues lo mismo tiene razón. El castellano no es un problema, no es obstáculo para los que imponen el catalán en todas partes, ya no sólo en Cataluña. Y no, no es un problema de lenguas sino de persecución a personas. En las granjitas docentes catalanas, también en las universitarias, sucede que se viola la Ley sin rubor, con publicidad y profundo orgullo.

Los rectores de los ocho centros públicos de Cataluña firmaron un manifiesto en el que reclaman llevar a la universidad la inmersión que ya sufren los menores en las muchas escuelas que pisotean la Ley. Quieren que el 80 por ciento —será el 100— de la materia se imparta en castellano. La Generalidad golpista ordena por su parte que las universidades gestionen y reporten periódicamente las llamadas "incidencias lingüísticas", listas de docentes que no entienden bien la buena voluntad de la República Catalana y se empeñan en usar el español... o en serlo.

Los rectores de los ocho centros públicos de Cataluña firmaron un manifiesto en el que reclaman llevar a la universidad la inmersión que ya sufren los menores en las muchas escuelas que pisotean la Ley. Quieren que el 80 por ciento —será el 100— de la materia se imparta en castellano.

Subirats fue o es "hombre fuerte" de Ada Colau aunque a Colau no le gustará la heteropatriarcal expresión, ni el sustantivo ni el adjetivo que tachará de epíteto. Pues digamos que fue o es número dos de una follonera que jamás tuvo hipoteca pero que se lanzó al estrellato político-mediático fingiéndose víctima.

Dicen de Subirats lo mismo que de la deshipotecada: que no es 'indepe' sino algo así como federalista. En concreto, el catedrático fue de los de Bandera Roja y PSUC con salida hacia el PSC, ICV… o lo que se pusiera más a mano pero, en todo caso, como bien se sabe, no es un camino que deba marcar de forma indeleble una personalidad supremacista. Los hay que renuncian al arrepentimiento y al progreso muy en serio.

Luego aparecen más rasgos definitorios como ese que dice que el ministro universitario es catalanista y hasta "discípulo" de Jordi Solé Tura, comunista del PCE y uno de los padres de la Constitución. Ay, los padres Constitucionales… Intocables si eran Solé Tura, Peces Barba o Miquel Roca; dudosos, según el día, los de la UCD salvo el Herrero de Miñón sabiniano "amigo de los vascos", pero franquistas recalcitrantes si se apellidaban Fraga Iribarne. Es que no es lo mismo, claro. Vamos, que Subirats es de esa vía por la que nos han ido colando el separatismo para que algunos cayeran en la trampa de que era más difícil de criticar. Intachables ellos y su seny. Como Piqué (Gerard)… que hay que votar pero no te digo en qué sentido porque lo mismo hasta voto 'no' a la independencia. Así lo dice Subirats:

"Es casi impensable que la salida al conflicto catalán no pase por un referéndum".

…en el que Subirats y otros votan si yo, que no debo opinar, me quedo sin un trozo de mi casa porque ellos estaban antes que yo, que en realidad soy un invasor. Por eso sólo han de votar los reprimidos. Y los demás, asistir al sainete. Pero todo sin ofender, ojo. Ya se sabe: "47 años dando clase y nunca tuve problemas". ¿Que lo de los represores es un invento de los fachas?

A ver, Subirats:

"…esa movilización defensiva ante lo que se percibe como amenaza, puede acabar legitimando la injustificable dinámica autoritaria y represiva de estas últimas semanas".

Lo decía el catedrático en El País el 9 de diciembre de 2017 en una típica columna pretendidamente equidistante donde no hay la misma distancia entre la ley y el delito y que no quiere "imponer" pero que da por sentada la violencia (sólo) policial del 1-O.

O sea, Marta dedos rotos, o como decía La Vanguardia: "El terrible testimonio de Marta Torrecillas es una de las muchas historias que muestran la violencia con la que han actuado los efectivos de la Policía Nacional y la Guardia Civil este domingo en distintos puntos de Catalunya".

Recordemos más detalles, que luego estas cosas se esfuman. Hemeroteca de La Vanguardia:

"…han pegado a niños, han pegado a gente mayor, me han tirado escalas abajo, me han dado patadas, me han roto los dedos uno a uno, en medio de las escaleras con la ropa levantada me han tocado las tetas y se reían y me han pegado y esto mientras los grababa todo el mundo. Explícalo que se entere todo el mundo, me han roto los dedos uno a uno, esto es mucha maldad, mucha, mucha".

Tan horrible fue que Marta hasta se equivocaba de mano al quejarse. Tan espantoso resultó que hasta Pablo Casado acabó confesando su miedo en Rac 1. Marta posó después sobre el capó de un de los coches-patrulla destrozado por los búfalos indepes en los días del golpe de Estado. Aquel coche, vandalizado y desarmado, fue el púlpito desde el que los Jordis jalearon a las hordas que lo reventaron, las que asaltaron la Consejería de Economía y obligaron a la letrada de la Administración de Justicia a huir por los tejados. Claro que hubo violencia —"ni un pas enrere"—, pero no la sufrieron las martas.

El 24 de diciembre del mismo año "republicano" de 2017, y también en El País, Subirats el ecuánime vuelve a preguntarse lo que tiene de sobra respondido:

"Menos historia, menos legalismo represor y más política.

¿Queremos convivir con los que no piensan como nosotros? ¿Podemos explorar vías factibles para que la identidad nacional de Cataluña sea institucionalmente reconocida preservando y mejorando el autogobierno? ¿Buscaremos aliados en España? ¿Servirá al respecto el gran impacto internacional que el conflicto ha generado?".

Y ya este mismo viernes en la cadena SER —a ver si no— se despacha como si en realidad no viniera para ser ministro de Universidades sino el famoso relator de la mesa de partidos pro independencia pero encubierto y encargado por Podemos. Subirats:

"Creo que alguna forma de consulta de un cambio en la estructura del Estado debería hacerse en un momento u otro (…) Hubo una reforma del Estatuto que se aprobó en el Parlamento de Cataluña, fue al Congreso de los diputados, luego lo votó el pueblo catalán en referéndum y luego pasó lo que pasó con la sentencia del Constitucional".

Pasó lo que pasó, dice. Pues eso: a convivir pese al "conflicto", que es como cuando ETA habla del "dolor" de la violencia "venga de donde venga" y siempre después de enfundar la pistola humeante. Pero de cumplir la Ley, nada de nada, sobre todo si es contraria a los intereses propios, los de la II República de Catalunya, que hubo Primera pero duró muy poco, muy español. ¡Qué universal y universitario es el pensamiento de algunos ilustres catedráticos!

Así que, rasgados todos los ropajes presuntamente exculpatorios y despojado también del velo elitista en el que la prensa envuelve a algunos por el solo hecho de su cátedra, resulta que nos queda lo que hay: un supremacista. Otro. Ahora también ministro y quizá mañana relator del Golpe institucionalizado.

La Universidad, si lo fuera, sería el remedio del nacionalismo, de la exclusión. Pero un nacionalista jamás buscará la universalidad sino todo lo contrario: la diferencia excluyente, la discriminación. No, no es élite, es racismo. La otra granja.

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