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Obertura

Las primeras óperas carecían de obertura. Son compositores como Jean-Baptiste Lully y Alessandro Scarlatti los primeros que comienzan, en el siglo XVII, a añadir una introducción instrumental a sus composiciones operísticas.

Esas primeras oberturas no solían guardar ninguna relación musical con la propia ópera a la que antecedían; eran un mero añadido, que probablemente tenían entre sus objetivos forzar al público a prestar atención a la obra que estaba a punto de comenzar.

Es solo al llegar el siglo XVIII cuando se comienzan a componer oberturas realizadas a partir de los temas musicales de la propia ópera a la que servían de introducción. De ese modo se llega a las típicas oberturas de Rossini o de Wagner, en las que el público puede oír temas que luego volverán a aparecer durante la ópera, y que se usan a veces para fijar el ambiente emocional de la obra. En términos modernos, podríamos decir que la obertura era en esta época una especie de trailer sin diálogos, en el que se trataba de condensar el carácter dramático de la ópera. Cuando el espectador se sentaba en su butaca, lo primero que escuchaba era así un resumen musical de la ópera que estaba a punto de ver.

Algunas oberturas operísticas llegaron a tener tanto éxito, que la obertura se terminó consagrando como un género propio, sin relación alguna con la ópera. A lo largo del siglo XIX son frecuentes los compositores que escriben obras sinfónicas a las que denominan “obertura”, aunque no son introducción de nada, sino obras completamente independientes. Seguro que todos Vds han escuchado, por ejemplo, la Obertura 1812 de Tchaikosky, o El sueño de una noche de verano de Mendelssohn.

Esta semana hemos asistido, por fin, al desbloqueo del proceso de investidura, tras la reunión mantenida el jueves entre Albert Rivera y Mariano Rajoy. Tras muchos dimes y diretes, Rajoy y Rivera han acordado una serie de puntos básicos que los de Ciudadanos exigían al PP aceptar, como condición previa para iniciar cualquier tipo de negociación. O sea, que no han llegado a un acuerdo todavía, pero al menos han llegado a acordar que van a sentarse la próxima semana a negociar un acuerdo de investidura.

¿Y qué dicen esos puntos básicos que han acordado Rivera y Rajoy como paso previo? Pues básicamente que el PP y Ciudadanos se comprometen a impulsar en los primeros tres meses de legislatura una serie de reformas destinadas a la regeneración de la vida política: prohibición de indulto de corruptos, limitación de mandatos, expulsión de los imputados por corrupción, desbloqueo de las listas electorales, etc. No se dice nada, en ese primer documento, de los desafíos separatistas, ni de asuntos económicos, ni de política internacional, ni de racionalización de las administraciones, ni de independencia judicial… Todo eso queda para la negociación detallada que comenzará esta semana.

Pero por muy escueto que sea el documento, lo importante es su valor simbólico. El público estaba ya agotado de esperar en su butaca a que diera comienzo el espectáculo, así que el que la orquesta comience a interpretar unos acordes es siempre bienvenido. Y estos primeros compases musicales no suenan nada mal. No es nada del otro mundo, pero la obertura se había hecho esperar mucho y al menos resulta digna.

Ahora queda por ver ante qué tipo de obertura estamos. ¿Estamos ante una obertura al estilo del siglo XVII, que nada tiene que ver con lo que luego acordarán PP y Ciudadanos? Porque a lo mejor nos han dado un caramelito para vendernos un poco de ilusión y luego paren un acuerdo detallado que es un bodrio, como el bodrio que firmaron en la anterior legislatura fallida Ciudadanos y el PSOE.

¿O estamos ante una obertura al estilo del siglo XVIII, que preludia y resume un acuerdo detallado que verdaderamente va a ir dirigido a regenerar el país? Ojalá sea así.

¿O se trata de una obertura independiente, al estilo del siglo XIX, y al final el acuerdo entre PP y Ciudadanos terminará naufragando, sin concretarse en nada? Aquí tiene mucho que decir el PSOE, que tiene en sus manos bloquear o desbloquear la investidura de Rajoy.

En cualquier caso, no vamos a tener que esperar mucho tiempo para ver en qué se concreta la obra. Los plazos son cortos y Rajoy comparecerá por primera vez el día 30 en el Parlamento, con lo que el reloj para la disolución automática de las Cortes se pone en marcha de manera automática. A partir de ahí, los prolegómenos de la legislatura no pueden prolongarse más de dos meses, en los que saldremos de dudas en un sentido u otro.

Si todo se queda en la obertura, volveremos a las urnas el día de Navidad, para elegir otro elenco y ver si tenemos más suerte. Por el contrario, si la ópera de la legislatura comienza, entonces quizá tengamos la posibilidad de disfrutar, por fin, de un gobierno.

Aunque está por ver el subgénero operístico al que la nueva legislatura va a adscribirse. Esperemos que nos regalen una ópera festiva; aunque, por los antecedentes, lo más probable es que se trate de una nueva ópera bufa.

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