Si alguien cree que Quim Torra va a acatar la Constitución de los españoles en su toma de posesión, ya puede ir olvidándose de semejante pretensión. Pero es que ni por imperativo legal. Torra no va a ser menos que Puigdemont, cuyo juramento fue el equivalente a una declaración de guerra. En aquella ocasión, enero de 2015, asumió el riesgo la entonces presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, quien, embargada por la emoción, preguntó al presidente investido: "¿Prometéis cumplir lealmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalidad con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado por el Parlament?". "Sí, prometo", respondió él.
Allí no hubo ni Constitución, ni Estatuto, ni bandera nacional ni fotocopia del Rey. La trampa consistió en alegar que Puigdemont ya había prometido respetar la Constitución por escrito y por imperativo legal al recoger su acta de diputado. Cierto. Y a continuación añadía: "Y por expresión democrática de la voluntad ciudadana, aviso que quedo a disposición del nuevo Parlamento, del presidente y del Gobierno de la Generalidad de Cataluña para ejercer la autodeterminación de nuestro pueblo soberano y proclamar el Estado catalán libre y soberano". Todos los diputados de la coalición que formaron convergentes y ERC prometieron lo mismo y en los mismos términos. ¿Qué pasó? Eso paso. La operación Diálogo una semana después.
Así es que este jueves no habrá toma de posesión de Torra sino más de lo mismo, pero en una sala más pequeña, un acto íntimo con la familia, los imprescindibles y los inevitables, como en una vieja boda de penalti. Torra, espíritu cultivado y sensible, está poseído por el espectro de Macià y no quiere canapés ni copichuelas de cava, sino un trance austero y colocar después un lazo amarillo en la balconada de la Diputación, que es como marcan los golpistas el terreno conquistado. En Alemania o el Reino Unido tal situación es impensable. A la que el Torra de Baviera hiciera la más mínima gilipollez le caía la perpetua. Sin embargo, la justicia de Bélgica aduce un defecto de forma en la euroorden del magistrado del Supremo Pablo Llarena para negar la extradición de tres exconsejeros del último Gobierno catalán. No es precisamente improbable que en Schleswig-Holstein y en Escocia sigan el ejemplo belga, cuyo sistema judicial está especializado en proteger a etarras. Por ese lado más vale dejarlo estar. Si el Gobierno de Rajoy no aprecia malversación en lo del 1-O, menos van a apreciar rebelión los jueces y fiscales de terceros.
Un centenar de peligrosos constitucionalistas partidarios del bilingüismo, catedráticos, profesores y maestros disidentes, catalanes y españoles, han enviado una carta a Rajoy en la que suplican al presidente del Gobierno de España que tenga a bien impedir el nombramiento como presidente de la Generalidad catalana de un cabecilla de los Comités de Defensa de la República (CDR) a fin y efecto de paliar la venganza. No ayuda a tranquilizar los ánimos que el funcionario del Gobierno que controlaba el Departamento de Interior de la Generalidad del 155 haya puesto pies en polvorosa. Y mucho menos contribuye a la calma el que Torra se haya declarado partidario de recrear las condiciones atmosféricas apropiadas para que tras la madre de todas las Kristallnacht entren los tanques por la Diagonal. Lamentablemente, demasiado tarde para evitar los paseos por la Arrabassada.
Confirmado. Torra es racista. Un racista de tomo y lomo que como todos los racistas se lleva de puta madre con los negros que tienen pasta y tiene amigos españoles. Un racista viajado. Ojo, dos años en Ginebra que ha estado el payo. No hay discurso o entrevista en la que no nos recuerde que el nacionalismo no se cura viajando, pero el tío es un turista del agit-prop. Tiene amigos del Tea Party que posan con la estelada, se retrata delante de Ferraz (en Madrid, qué osadía) en apoyo del federalista Sánchez para que trasladen el Senado a Barcelona, no paga los peajes de las autopistas de las empresas catalanas en Cataluña porque él y toda su familia son camisas viejas de los CDR de cuando la R era la erre del referéndum para ocupar los colegios y odia a más de la mitad de la población catalana. This is Torra.