Menú

This is it

Cierro el paréntesis abierto en este blog con la muerte de Michael. This is it. A partir de la próxima entrada debemos continuar con nuestra rutina. Pero hoy, un minuto para el recuerdo y el homenaje.

Cuando murió Elvis yo tenía catorce años recién cumplidos. Elvis formaba parte de mi vida desde niña y era fundamental en mi incipiente cultura musical y estética. Pero Elvis siempre fue un adulto, alguien que ya estaba ahí cuando comencé a tener uso de razón. Sin duda sentí su pérdida y permanece como uno de mis grandes ídolos, pero es distinto a lo sentido con Michael. Michael tenía cinco años más que yo, o sea que hemos crecido al mismo ritmo musical, estético, generacional. Después de conseguir con cuatro o cinco años de vida que me compraran un tocadiscos y un disco de Raphael, los siguientes fueron el Sugar, sugar de los Archies y el ABC de los Jackson Five. Crecí con su serie de dibujos animados y su discografía, y obviamente participé del fervor mediático del lanzamiento definitivo de Michael en solitario. Hice mi cola desde las dos de la tarde a las puertas del Vicente Calderón para verlo de cerca en la gira de Bad y como bien sabes teníamos nuestras vacaciones de este año organizadas alrededor de ese primer concierto en Londres al que íbamos a acudir en peregrinación.

Lo he sentido muchísimo, más de lo que he sentido la muerte de cualquier ídolo desconocido. No es la muerte del amigo conocido, no deja el vacío que bien conocemos, pero no te deja indiferente.

He intentado aislarme de todos los comentarios, esquelas y repasos, buenos y malos. Me encantaría estar ante el ordenador buscando información de última hora, soy adicta a la información. Pero sé que por cada línea de noticia puramente informativa me voy a topar con un millón de opiniones que no quiero leer. Tengo aversión a la opinión ajena. Ya me pasó con la muerte de Susie y aprendí la lección. Odio saber que este o aquel crítico musical detestable ahora habla del genio al que nunca defendió en los últimos años. No quiero saber nada.

Me quedo con lo que he escrito yo en los últimos años, siempre defendiendo al genio, al ser diferente, frágil, original, único. Para mí no es hoy más importante que hace un año. Para mí era un ídolo vivo, no me hacía falta que entrara en la leyenda de esta forma.

El viernes, en el concierto de las Ventas de Raphael, no paré de llorar, bien lo sabes, casi no puedo salir a cantar del sofocón. Lloraba de emoción, de alegría por Raphael, por su éxito, por su trayectoria, porque tiene una familia que es el mejor premio del mundo. Y algo de tristeza había al pensar que todo eso le faltó a Michael, en definitiva, tuvo mala suerte y además eligió muy mal, y eso es tener mala cabeza. Claro que Natalia Figueroa sólo hay una, pero entre ella y la enfermera Debbie Rowe o el vientre de alquiler está el abismo de la locura y la soledad.

Hace meses me enfadé mucho cuando Michael decidió anular la subasta de todas sus pertenencias porque yo pensaba comprar varios objetos. Tú me hiciste ver que soy una egoísta y que lo que tenía que hacer era alegrarme de que no hubiera tenido que desprenderse de sus fetiches por motivos de escasez económica. Así que descubrí en china a un artista que me ha copiado uno de los retratos de Michael que quería adquirir en la subasta. Lo compré hace más de un mes, debe estar a punto de llegar a casa. Va a presidir mi nueva biblioteca de estilo inglés. Michael como príncipe renacentista. Michael reinando sobre todas las cosas. Así lo recordaré siempre cuando levante la vista de mi escritorio.

Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

Herramientas