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El penúltimo raulista vivo

Diez y el bueno de Vini, hermano

Vinicius, discutido. | <span>EFE</span>

Ya se ha convertido en algo normal en este Real Madrid lo que, futbolísticamente hablando, constituye una absoluta anormalidad a ojos de cualquiera, o sea que un defensa central acabe los partidos jugando en la posición del delantero centro, el 9 de toda la vida, el jugador llamado a acabar en gol las jugadas del resto de sus compañeros. Johan Cruyff lo utilizaba como último recurso y ordenaba a Talín Alexanco que subiera cuando el resultado era adverso y se le acababa el tiempo. En las jugadas de estrategia, por ejemplo en un corner, no es raro ver a los defensas subiendo al ataque porque habitualmente son grandes y fuertes y, amontonando más atacantes, es más difícil defender esas jugadas. Pero no deja de ser un recurso, la última bala del cargador, una suerte de ruleta rusa. Quiero decir que si no has podido ver un partido, el que sea, y pones la radio en el minuto 89 y escuchas que el defensa central de un equipo sube a rematar, no es complicado deducir que las cosas no van bien, que el marcador no es bueno y que el tiempo se agota.

En el caso de Sergio Ramos, cada vez juega más minutos de delantero y, lejos de reducirse, los tiempos aumentan. Eso es, en primer lugar, porque Ramos es muy bueno atacando pero también porque su equipo cada vez le echa antes de menos en esa faceta suya, cuestión ésta que habla rematadamente mal de la confección de cualquier plantilla, en este caso de la del Real Madrid. Un día puedes necesitar a Ramos en el minuto 89, dos, tres como mucho. Pero si cada vez sientes antes la imperiosa necesidad de que tu defensa central, cuya misión sobre el campo no es otra que la de impedir que Courtois encaje goles, suba a tratar de marcarlos en vez de evitarlos es simple y llanamente porque los que están arriba no cumplen con su trabajo, ¿no? ¿O veríamos normal que, a falta de quince minutos para el final del partido, Benzema bajara como norma para colocarse como defensa entre Ramos y Varane? ¿Qué diríamos? Pues probablemente diríamos que Ramos y Varane no son capaces de impedir por sí solos que su equipo encajara goles y que por eso tenía que venir a ayudarles el delantero centro, que es lo que decimos cuando Sergio Ramos sube a tratar de marcar gol: no es normal y habla de un descalzaperros táctico notable.

Ayer, justo antes de que arrancara la segunda parte del partido de Champions contra el Borussia, el canal de televisión Telefoot captó una conversación entre Benzema y Mendy, en la que el primero le decía al segundo lo siguiente: "Él hace lo que quiere, hermano, no juegues con él. Madre mía, juega contra nosotros". ¿Y quién es él?, que diría el grandioso José Luis Perales. ¿Y en qué lugar se enamoró de ti? ¿A quién se puede estar refiriendo en ese tono tan inusitadamente duro el goleador del Real Madrid? No hace falta ser Marco Didio Falco, el detective de la Antigua Roma creado por Lindsey Davis, para saber que la diana con cuyos dardos apunta Benzema tiene el nombre de Vinicius, el bueno de Vini, un chico extraordinario, muy madridista, un chaval joven que está tratando de aprender pero que lleva tres años así, sin marcarle un gol al arco iris. Ayer volvió a verse, no le salió nada, ya ni siquiera encara: Vinicius, por más que me duela, no es jugador para el Real Madrid. No lo es. Desgraciadamente no. No insistáis.

Zinedine Zidane tendría excusa si hubiera llegado al banquillo del Real Madrid este año, pero no, lo hizo, y por segunda vez, en marzo de 2019, hace de aquello más de un año y medio. Si Zidane hubiera llegado en junio de 2020 podría decirse que él no había tenido ni arte ni parte en la confección de la plantilla, pero sí ha la tuvo. ¿Cómo puede intervenir un entrenador en su plantilla? Puede hacerlo de dos formas: fichando... o echando. Si tienes la suerte de ser Pep Guardiola, pides y te traen incluso en tiempos de pandemia, enhorabuena para el premiado. Y si, como es el caso de Zidane actualmente, el club va a pedirle a sus jugadores que se rebajen la ficha y Florentino te dice que moralmente no puede pedirle eso a la plantilla y, al mismo tiempo, traer jugadores de relumbrón, tu intervención va a reducirse a los descartes: "Me sobra este y este y no quiero aquel". No quieres a unos porque cuentas con otros. O sea, haces una selección.

Y aquí es donde quería llegar yo porque Zinedine Zidane ha querido que en su equipo esté Vinicius y ha perseguido con ahínco que no esté Gareth Bale, de modo que ahora tiene que comerse con patatas al jugador que Benzema (no yo, Karim Benzema) dice que juega contra ellos. ¿Es mejor Vinicius que Gareth Bale? No lo es. Y si Vinicius es peor que Bale, ¿por qué el entrenador del Real Madrid se ha quedado con el peor y ha hecho todo lo humanamente posible para que salga el mejor?. Eso es lo que tiene que explicar. Benzema es pagano de la decisión de Zidane porque, al final, cuando el equipo está sufriendo más y más agobiado se encuentra, cuando necesita una alegría en ataque, el francés se la pasa a Vini y Vini la manda al limbo... otra vez. Y por eso Ramos tiene que subir al ataque cada día más pronto, porque los de arriba no hacen su trabajo. Y de eso es de lo que se queja amargamente Benzema. Por cierto, finalmente Mendy obedeció a su mayor y no se la pasó: tres veces en la segunda parte, tres. A eso se le llama jugar con diez. Diez y el bueno de Vini, hermano.

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