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El penúltimo raulista vivo

Zidane sonríe

Cuanto más sonríe Zidane, más nervioso se pone cierto sector (muy localizado) del periodismo deportivo español. Si la incógnita consistía en saber cómo iba a reaccionar el técnico francés cuando vinieran mal dadas, la respuesta la tenemos en la rueda de prensa de ayer. Sí porque, y aunque la totalidad de equipos de fútbol del mundo, y aquí incluyo al Barça, matarían por estar vivos en Liga y Copa de Europa, la situación por la que está atravesando ahora mismo el Madrid, reciente aún la derrota en el Bernabéu ante su máximo rival por el título liguero, es, de largo, la peor por la que ha atravesado Zidane, quien, pese a todo, responde con educación y una sonrisa a preguntas que, a mi modo de ver, tienen muy poco de periodismo y mucho de calculada provocación.

Si hay alguien que verdaderamente piensa que afirmar que a un futbolista le hace mucha ilusión jugar contra el Barcelona en el estadio Santiago Bernabéu puede ofender al resto de la plantilla, tenemos un serio problema. Por ahí, por esa frase, atacaron ayer a Zidane. Por ahí, por ese flanco que algunos intuyen como débil, trataron de arrancarle la sonrisa al entrenador francés. Me recordó mucho a la insistencia para que Benítez dijera que Cristiano era sin asomo de dudas el mejor jugador con el que había trabajado nunca a lo largo de toda su carrera profesional, pero la diferencia entre Rafa y Zizou es que al primero le volvieron loco y su locura enloqueció al equipo mientras que el segundo mantiene pese a todo la templanza: nada ni nadie parece ya poder sacar de sus casillas a Zidane.

Zizou, por cierto, piensa morir con sus ideas. Para el trascendental (a partir de ahora, todos lo son) partido contra el Depor de esta noche en Coruña, el francés no convoca ni a Cristiano ni a Kroos. Si a eso añadimos que tampoco están ni Ramos ni Pepe, el Real Madrid afronta la primera de sus 6 finales ligueras sin (en principio) la participación de cuatro futbolistas titulares. Zidane sonríe... pero se muestra absolutamente impermeable a la crítica periodística, que no parece variar ni un ápice el plan que tiene en la cabeza. Así que nos encontramos a un entrenador de apariencia afable pero con unos principios férreos y unas ideas claras que está dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias. Por uno u otro motivo y en momentos puntuales, ni Ancelotti ni Benítez lo hicieron y, al final, los dos acabaron pagándolo. Zidane observó, aprendió, tomó nota y ahora no quiere cometer los mismos errores. Así que sonríe... y ejecuta. Sonríe... y actua. Sonríe... y toma sus propias decisiones. O sea, Zidane es un entrenador.

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