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Blanqueo de delitos, recompensa de la adicción

En esta España que pierde competitividad a marchas forzadas resulta que el Gobierno sólo es capaz de generar titulares de primera plana con hechos ocurridos hace décadas, esta vez por primar y ensalzar públicamente a quien ayudó a lavar 1.200 millones de pesetas cuya procedencia no era lícita de ninguna de las maneras. Al mismo tiempo, aparenta esforzarse en consensuar un documento sobre Educación con la oposición. ¿Acaso la educación que los niños y jóvenes reciban ha de circunscribirse al Colegio? Ni mucho menos. El ejemplo de los mayores es más importante si cabe que el de los libros de texto, empezando por sus padres y los adultos que los rodean y siguiendo por profesores y en gran medida por los representantes públicos, no sólo políticos, que aparecen de continuo en la televisión y otros medios de comunicación. Y el ejemplo que está dando este Gobierno y de ahí para abajo en las administraciones copadas por los socialistas es el de "blanquea, que algo queda", porque al pasar de los años todo parece quedar olvidado en el país donde los hechos no tienen consecuencias hasta el punto de ser recompensados los delitos por adicción política, ese o este comportamiento indecente pero al servicio del Partido Socialista, "el partido de los Buenos". Por otros motivos, pero no menos graves, ha sido ya recompensado García Hidalgo. ¿Dónde está la ética? ¿Dónde la Política? Y, ¿qué fue de la Administración de Justicia?

La impunidad, más que inmunidad, de toda una serie de representantes políticos que no son tales, porque se pretenden por encima de la Ley, alcanza también sus límites cuando no los rebasa de manera flagrante en Guipúzcoa, con un diputado general, representante del Estado, capaz de declarar que "todos nos debemos implicar para ayudar a la izquierda abertzale", es decir, Batasuna, porque "en este país existe un problema político muy importante que está distorsionado de un modo gravísimo por el fenómeno del terrorismo". Y esto último podría sonar como cierto, pero la conclusión de los nacionalistas al respecto no es acabar con los terroristas y sus colaboradores batasunos como en cualquier sistema democrático, sino en blanquearles como representantes políticos legítimos para poder contar con ellos en la nueva realidad política pero sobre todo jurídica que seguiría a "la Paz".

En cualquier caso, hasta ahora y por muchos movimientos que haya y muchas conversaciones que sí que hay, Batasuna no ha hecho nada ni dicho nada contrario a su trayectoria. Sigue sin condenar el terrorismo de ETA, sigue sin condenar el último asesinato de la banda perpetrado en Francia, sigue siendo parte del entramado etarra. Son el resto de formaciones las que dan mayor o menor pábulo a sus expresiones, junto a la mayoría de los medios de comunicación vascos. Y sin embargo hay un salto a considerar en la implicación del diputado general Markel Olano, porque debiendo representar los intereses de todos los guipuzcoanos sólo considera tales a los nacionalistas, y de ahí que hable de vulneración de derechos por la aplicación de la Ley de Partidos a los batasunos mientras considera a las víctimas del terrorismo como producto del "conflicto político". Lleva tres años abogando por el contacto permanente con una organización considerada como criminal por los mismos tribunales europeos, y no se cansa porque ésa es su única función: poner el discurso, la legalidad y la misma sociedad al servicio del proyecto de Sabino Arana y compañía, caiga quien caiga.

Lo único que puede fastidiar ahora al diputado general es que ya no está su añorado Ibarretxe en Ajuria Enea y puede que hasta se aplique la Ley de Partidos "si lo aconseja la jugada". Cualquier cosa.

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comentarios
1 Vendeano, día

Doña Regina, ¿cuantos años llevamos con el mismo chantaje nacionalista, en las instituciones y en la calle? ¿Coincide esa cifra con los años que lleva vigente la llamada Constitución de la Nación Española? El profesor Neira denuncia en su libro lo que ya dijo Antonio García Trevijano y tantos otros, y lo que sabemos todos: la Constitución está mal hecha, responde al oportunismo de los intereses bastardos de esa época, y ampara la permanencia en el sistema de aquellos que quieren destruir la nación. Tal engendro legal, tal disparate institucional, debe ser reformado o sustituido. La enfermedad principal tiene esa causa, y es perder el tiempo hablar de los granos e infecciones oportunistas sobrevenidas luego. Es lógico que un cuerpo enfermo enferme de cualquier cosa, es normal que cuatro pistoleros y unos caciques racistas impresentables constituyan un problema y chantajeen a la patria, es normal porque la Constitución y la ley electoral permite eso. Por supuesto que todo se ha complicado en estos 30 años de no ir al médico, que tenemos ahora enfermedades carenciales (educación y sensibilidad democrática), posturales (tics nacionalistoides en todos, ya hablamos de "catalanes" y "vascos" sin distinguir), consuntivas (la sociedad española está ausente), acumulamos grasa (administraciones y funcionarios) y carecemos de músculo (demasiadas transferencias), pero... ...pero es necesario empezar como estamos o sucumbir. Hay, primero, que denunciar el problema real. La parte sana de las élites intelectuales, académicas, políticas y sociales debe ponerse en marcha en la definición de una Nueva Fundación de la Nación, una nueva Constitución en sentido legal y fisiológico, Forma Política de un cuerpo sano que aleje de por si las enfermedades estúpidas que padecemos de manera crónica. A la fuerza ahorcan.

2 pecio, día

Doña Regina: Los políticos del fracaso escolar consensuando un pacto educativo. Sobran los comentarios. Vendeano: hago mías tus palabras, la constitución que valida partidos destructores de la nación, no es constitución sino ley de destrucción. Nuestros vecinos portugueses tienen prohibidos constitucionalmente los partidos regionales, ni pueden llevar nombres de regionescomo el partido del Algarbe o de Alemtejo; sencillamente no admiten la creación de lobbies regionales, los partidos deben trabajar para todos los portugueses sin privilegiar a ninguna zona geográfica.