Saltó por fin la muralla la selección española de balonmano. Esa que era ya gigante, imposible de superar. Hasta cuatro finales europeas perdidas. Y en este vibrante día, para recordar ya el 28 de enero de 2018, por fin el gran triunfo. El día que, en Zagreb, España se proclamó campeona de Europa.
Nadie daba nada por este título. Incluso las voces que se alzaban alrededor de este grupo, en los días previos al campeonato eran de pesimismo. La selección llegaba sin lanzadores natos en contra de los rivales, que tenían auténticos expertos. Francia, Dinamarca, Croacia, la propia Suecia ganaban en las apuestas. Pero a base de tesón, de esfuerzo y de un trabajo excelso, los de Jordi Ribera han salido vencedores.
Para enmarcar el torneo de Ferrán Solé, su bautismo con la nacional en un gran campeonato, de Aitor Ariño, llamado a última hora por la baja de Ángel Fernández en aquel primer encuentro ante la República Checa.. Impresionante los de siempre. Aginagalde, Guardiola, Sarmiento, Valero Rivera, Cañellas, Dujshevaev. Increíbles los porteros Corrales y, hasta la lesión, Pérez de Vargas, y no menos increíble Arpad Sterbik, de relax en su casa hasta que a Ribera le dio por llamarle justo antes de la semifinal ante Francia. Son jugadores que han hecho piña hasta el final, sin bajar nunca el listón y sin perder la esperanza.
Se sobrepuso España a partidos feos. Dinamarca nos ganó bien en la primera fase. Eslovenia nos puso en aviso. Esto no iba a ser fácil, pero una victoria tremenda ante Alemania nos metió en la lucha por los metales. Entonces llegó la gran tarde del viernes ante Francia y la de este último día ante Suecia.
Tras sobreponerse a un Mundial duro (el año pasado en Francia Croacia nos bajó del tren en cuartos de final) a España se le ha hecho largo el año. Ha dejado muy encarrilada su clasificación al Mundial de enero que viene (cita que organizarán conjuntamente Alemania y Dinamarca) y ha ganado el Europeo. Estos tipos se merecen todo, por no bajarse del escalón principal en siete años. Por hacernos sufrir, gritar y vibrar a partes iguales. Un oro de relumbrón.