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Cayetano González

El calvario de Rajoy

El presidente del Gobierno está sólo a lo suyo, que, como es obvio, no es la defensa de España y de los españoles.

El presidente del Gobierno está sólo a lo suyo, que, como es obvio, no es la defensa de España y de los españoles.
Mariano Rajoy | EFE

La jugada del presidente del Gobierno es tan lineal y evidente que hasta un ciego la puede ver: necesita el apoyo del PNV para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, es decir, para seguir en la Moncloa. Para lograr ese apoyo, era imprescindible levantar el artículo 155 en Cataluña y, por lo tanto, allanar la investidura de lo que él mismo llamó un candidato limpio, aunque fuera un racista y un xenófobo como Quim Torra. Un candidato que en su discurso de investidura ha dejado meridianamente claro que trabajará por la instauración de la República de Cataluña, retomará las leyes de desconexión, pondrá en marcha una comisión de investigación sobre la aplicación del 155... y todo esto lo hará siendo un títere de Puigdemont, al que este martes rendirá pleitesía en Berlín en su primer acto como presidente de la Generalitat.

Pero todo eso a Rajoy le da lo mismo. Él lo que quiere es permanecer en la Moncloa hasta junio de 2020. Le da lo mismo que su partido esté hecho unos zorros y hundiéndose cada vez más en las encuestas; le da lo mismo que más de la mitad de sus votantes no le quieran ya como candidato; le da lo mismo que la viuda de Gregorio Ordóñez le pida que no cambie la dignidad de las víctimas por los votos del PNV; le da lo mismo que en Cataluña vaya a seguir el golpe al Estado por parte de los independentistas. Él está sólo a lo suyo, que, como es obvio, no es la defensa de España y de los españoles.

Ante la grave situación que va a seguir produciéndose en Cataluña, a tenor del discurso y de las intenciones expresadas por el nuevo presidente títere de la Generalitat; ante lo que se dibuja cada día con más claridad en Navarra; ante las intenciones expresadas por el PNV en el seno la ponencia del Parlamento Vasco que estudia un nuevo marco estatutario; ante el avance del nacionalismo o del pancatalanismo en comunidades como Baleares y Valencia, una salida lógica y democrática sería que el presidente del Gobierno, en uso de sus prerrogativas constitucionales, y ante la falta de una mayoría parlamentaria estable, disolviera las Cortes Generales y convocara elecciones, dando de esa manera la oportunidad a los españoles de que se pronunciaran en las urnas en un momento tan delicado para la Nación.

¿Lo va a hacer Rajoy? De ninguna de las maneras. ¿Salir de la Moncloa por la puerta de atrás? Que nadie lo piense. ¿Perder ahora unas elecciones ante alguien a quien considerará en su fuero interno un chiquilicuatre, un recién llegado a la política, como Albert Rivera? Sólo faltaría. Por cierto, en la última sesión de control al Gobierno, Rajoy, ya se ve que contagiado por las largas conversaciones que mantiene con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, Rajoy llamó "aprovechategui" al líder de Ciudadanos. Una vez más se cumple aquello de: "Cree el ladrón…"

No sé si Rajoy es consciente de que su calvario, de aquí hasta el final de la legislatura, va a ser muy duro: el nuevo Gobierno de la Generalitat seguirá con el intento de golpe de y al Estado; el PNV, presionando para que cambie la política penitenciaria respecto a los presos de ETA; los nacionalistas de aquí y de allá, junto con Podemos y veremos si con el desnortado PSOE de Pedro Sánchez, planteando una reforma constitucional que reconozca de alguna manera el derecho de autodeterminación; los tribunales, dictando sentencias sobre casos de corrupción que afectan al PP; y, para rematar, unas elecciones autonómicas, locales y europeas, dentro de un año, que pueden ser una auténtica debacle para los populares. Sobre todo, Rajoy se va a topar con unos ciudadanos que cada vez están más hartos, por diferentes motivos, de un presidente del Gobierno que, al paso que va, estará en condiciones de disputar a Zapatero el triste honor de ser el peor que haya tenido España en mucho tiempo.

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