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EDITORIAL

El indulto como precio del poder

Sánchez es así: un sujeto sin escrúpulos capaz de las peores infamias con tal de seguir instalado en la Moncloa.

Habida cuenta de la lenidad de las penas que les impuso el Tribunal Supremo, y que todos ellos ya gozan de semi libertad gracias a los permisos penitenciarios que el Gobierno –contra el criterio de la Fiscalía– les ha concedido al otorgarles el tercer grado, es comprensible el aparente desdén de los golpistas presos ante la servil disposición de Pedro Sánchez a concederles el indulto.

Si, por otra parte, se tiene presente que el Ejecutivo social-comunista es el único del mundo occidental que se permite tejer alianzas con formaciones comunistas y separatistas empecinadas en socavar el orden constitucional, no han de extrañar las surrealistas razones que esgime Sánchez para indultar a los golpistas, líderes políticos de las formaciones que le sostienen en el poder.

Y es que, por encomiable que sea el informe del Tribunal Supremo, contrario a todo tipo de indulto a los golpistas; por mucho que sea evidente que no hay razones de justicia para concederlo y que, lejos de arrepentirse, los presos están empeñados en seguir adelante con el golpe de Estado secesionista iniciado en 2012, la clave es lo que todos los españoles saben y el Tribunal Supremo señala en su informe en comentario obiter dicta: "Algunos de los que aspiran al beneficio del derecho de gracia son precisamente líderes políticos de los partidos que, hoy por hoy, garantizan la estabilidad del Gobierno llamado al ejercicio de gracia".

Y es precisamente este peaje que Sánchez está dispuesto a pagar lo que trata de ocultar cuando, con total desfachatez, asegura que su decisión estará basada "en la concordia, no en la venganza". Como si la Justicia y el cumplimiento íntegro de las penas en un Estado de Derecho fueran contrarios a la concordia y sinónimo de venganza.

Que hable de "concordia" quien no ha tenido reparo en viajar al pasado para reabrir las heridas de la República, la Guerra Civil y el franquismo, o huye del presente para fijar la atención en la España de 2050, es una muestra de desfachatez tan colosal como la que arroja la hemeroteca a cuenta de lo que el propio Sánchez dijo hace escasos años sobre las penas que deberían cumplir los golpistas: y es que no sólo se mostró favorable al cumplimiento íntegro de las penas, sino que incluso prometió en campaña electoral sentar al fugado Puigdemont en el banquillo y emprender una reforma del Código Penal para castigar de forma especifica y más severa la convocatoria ilegal de referéndums.

Si aquello lo dijo para llegar al poder, ahora dice lo contrario para permanecer en él. Sánchez es así: un sujeto sin escrúpulos capaz de las peores infamias con tal de seguir instalado en la Moncloa.

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