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EDITORIAL

El panorama se aclara... ¿para bien o para mal?

La XII Legislatura puede traer, no la tan anhelada como perentoria vuelta a la normalidad, sino una formidable tempestad que desbarate de inmediato esta muy tensa calma.

Con la derrota abstencionista que ha tomado el PSOE, parece que se va despejando el panorama de la XII Legislatura y que Mariano Rajoy está más cerca de ser investido por segunda vez presidente del Gobierno. La larguísima interinidad que tanta preocupación ha generado por doquier parece, esta vez sí, tener los días contados.

Pero ¿van a desaparecer con ella la incertidumbre y la inestabilidad que la han convertido durante todos estos meses en un fenómeno indeseable para casi todo el mundo?

Cabe temer que no. Como ha dejado escrito este domingo Luis Herrero, "la legislatura que está a punto de comenzar se parece a un hospital de campaña. Todos llegan mutilados, gangrenados o con un boquete en la tripa". Es decir, en unas circunstancias especialmente indeseables si de lo que se trata es de restaurar la normalidad y acometer las reformas de calado necesarias... y reclamadas por Bruselas (y no sólo por Bruselas).

Los dos partidos que han venido sosteniendo el sistema en los últimos decenios siguen en una pésima situación, especialmente el PSOE, que incluso podría estar jugándose la mera supervivencia. Semeja casi insensato pedirles firmeza, seguridad y claridad para la resolución de los problemas de la Nación, si no son siquiera capaces de hacer gala de ellas en la gestión de sus asuntos domésticos. Este estado de inoperancia de PP y PSOE es especialmente grave debido a los formidables desafíos planteados por un separatismo catalán en abierta rebelión, que está perpetrando un golpe de Estado desde las propias instituciones del Estado que controla, y por una extrema izquierda antisistema cada vez más agresiva y violenta, dispuesta a dinamitar la convivencia en la calle y, como sus aliados nacionalistas, a socavar el Estado de Derecho desde los ámbitos de poder que manejan.

Así las cosas, la XII Legislatura puede traer, no la tan anhelada como perentoria vuelta a la normalidad, sino una formidable tempestad que desbarate de inmediato la muy tensa calma de estos meses de interinidad, que si algo bueno han tenido ha sido la inercia generada por la falta de decisiones ejecutivas signadas por el oportunismo y la estrechez de miras. ¿Los acabaremos echando de menos mucho más pronto que tarde?

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