La destitución fulminante de Carlos Sánchez Mato como delegado de Hacienda en el Ayuntamiento de Madrid abre una crisis en el equipo de Gobierno de Manuela Carmena cuyas consecuencias irán poniéndose de manifiesto en los próximos días.
El infausto Sánchez Mato ha sido un delegado tan fanático como incompetente. Maniobró contra el Ministerio de Hacienda para evitar cumplir las directrices generales de disciplina presupuestaria que se aplican a todas las Administraciones Públicas, y por tres veces fue incapaz de sacar adelante el Plan Económico-Financiero del Ayuntamiento, lo que provocó que el Gobierno interviniera las cuentas del mismo.
A su palmaria y bochornosa incompetencia, el descalificable comunista añadía un sectarismo infame que lo llevó a protagonizar espectáculos tan indignantes como vergonzosos: ahí quedan sus loas a la criminal revolución bolchevique y al asesino Fidel Castro: con motivo de la muerte de este último tuvo la desvergüenza de llorar en Twitter mientras lucía en su avatar la bandera homosexual, lo que seguramente hizo revolverse en la tumba al Gran Homófobo.
La destitución de semejante personaje es, sin duda, una noticia positiva para los madrileños. Ahora bien, no ha de tomarse como un claro indicio de que Manuela Carmena vaya a apostar por una gestión financiera solvente, austera y eficaz. De hecho, el sucesor del comunista Sánchez Mato será el comunista Jorge García Castaño, que no sabe lo que es ganarse la vida fuera de la cosa pública y que se hizo infectamente célebre cuando pidió el empalamiento del diputado de Ciudadanos Toni Cantó.
Por tanto y por desgracia, los madrileños no pueden respirar aliviados, porque es perfectamente posible que García Castaño sea tan nefasto como Sánchez Mato... y porque el PSOE capitalino, como siempre, ni está ni se le espera, así que seguirá siendo tremendamente responsable de que Madrid tenga un Gobierno municipal de auténtica vergüenza.