Según ha informado el periodista de esta casa Pablo Montesinos, poderosas voces del Partido Popular están presionando a Mariano Rajoy para que, sin más dilaciones, pida a Esperanza Aguirre que en las próximas elecciones municipales libre la trascendental batalla de Madrid. A juicio de esos prebostes, la expresidenta de la Comunidad es la única que puede conseguir que la alcaldía de la capital siga en manos populares.
¿Qué hará Mariano Rajoy? ¿Se tragará su animadversión por lo que dice y representa Esperanza Aguirre y antepondrá los intereses de su partido, que de ninguna de las maneras puede permitirse perder semejante plaza? Sin Madrid, el riesgo de colapso popular es enorme, y del colapso a la descomposición puede haber apenas un paso. ¿O acaso optará por un candidato que cuente con el visto bueno del pésimo Arriola, una suerte de Moreno Bonilla del Foro? La idea produce escalofríos por la carga de verosimilitud que lleva aparejada, no en vano estamos hablando del dedazo imprevisible de Mariano Rajoy.
Si el presidente del Gobierno no está apostando por su suicidio político y por el de su partido, habrá de tragarse el sapo de pedir a Aguirre, su némesis, que dé un paso al frente. Porque lo que necesita el PP, en Madrid y en el resto de España, es gente como Aguirre, que sin el menor complejo dé la batalla, política y de ideas, a la izquierda, la zombi de PSOE e IU y la piafante de Podemos, que sin vergüenza se presenta como guardiana de las esencias democráticas cuando tiene por referente a esa vergüenza para el mundo hispano que es el régimen castrobolivariano que asuela Venezuela desde hace tantos años.
Rajoy, sí, debe recular y pedir a Aguirre que se lance. Y a los liberales y a los conservadores, que vuelvan al partido que debía ser el suyo y del que él mismo los expulsó. No basta con que lo pida, por supuesto: como ha demostrado que no se le puede tener confianza, debe hacer acompañar con hechos decisivos sus palabras.