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Contraprogramando a Artur

El partido en el que se decide el campeonato nacional de football americano, la Superbowl, es el principal acontecimiento televisivo del año en Estados Unidos. Celebrada por primera vez en 1967, la Superbowl ha llegado a alcanzar los 120 millones de espectadores, con un récord de cuota de pantalla del 73%. El descanso entre el primer y el segundo tiempo es la franja publicitaria más cara de la televisión: poner un anuncio de 30 segundos en ese descanso puede llegar a costar dos millones y medio de dólares.

Durante las primeras veinticinco ediciones, los organizadores de la Superbowl programaban en los descansos un show bastante convencional, con bandas de música y actuaciones un tanto pasadas de moda, pero aún así se conseguían audiencias televisivas altísimas, porque todas las cadenas que no retransmitían la Superbowl daban por hecho que esa era una franja perdida para ellas.

Hasta que en 1992 la Fox decidió que iba a contraprogramar. Y, efectivamente, emitió durante el descanso de la Superbowl un capítulo especial de una serie de humor muy famosa, con lo que arrebató a la Superbowl la friolera de 22 millones de espectadores.

Alarmados, los organizadores del evento comprendieron que tenían que renovarse, y al año siguiente contrataron para el descanso del partido al propio Michael Jackson. Desde entonces, el espectáculo durante el descanso de la Superbowl no ha hecho sino sofisticarse más y más, para evitar los intentos de contraprogramación de las otras cadenas.

Como ya saben ustedes, Alexis Tsipras ha decidido dimitir después de firmar con los socios europeos el tercer rescate a Grecia, y ha convocado elecciones para el próximo 20 de septiembre. Las consecuencias en la política griega son conocidas: ya le ha salido a Syriza una escisión, que acusa a Tsipras de haber traicionado al pueblo griego, saltándose su programa electoral y el mandato del último referéndum. Veremos qué dan de sí las próximas elecciones griegas y si a Tsipras le sale la jugada tan bien como las encuestas auguran.

Pero más interesantes que las consecuencias internas en Grecia, son las consecuencias indirectas e imprevistas que la decisión de Tsipras va a tener en la política española.

Por un lado, la primera víctima de la convocatoria electoral en Grecia está siendo Podemos. En las últimas horas, los dirigentes del partido de Pablo Iglesias se enzarzaban en un cruce de declaraciones contradictorias que demuestra hasta qué punto la crisis griega les ha descolocado. Mientras que Errejón y el propio Pablo Iglesias recurrían al más puro estilo politiqués para alabar a Tsipras y calificar la convocatoria de elecciones como un "ejercicio de responsabilidad", su compañera Teresa Rodríguez insinuaba que Tsipras no es sino un cobarde y Juan Carlos Monedero venía a decir que lo que es el primer ministro griego es un tontín, que no ha sabido pelear contra el enemigo europeo. Como ven ustedes, unanimidad de criterios.

No es de extrañar semejante desconcierto. A Podemos le parte por la mitad que se plantee ahora, con toda la crudeza, el debate de la izquierda griega: en las próximas semanas, veremos a los radicales escindidos de Syriza llamar de todo a Tsipras, menos bonito. Entre otras cosas, le acusarán de transformar a Syriza en un nuevo Pasok. Y la imagen que eso va a trasladar a la opinión pública es demoledora: ¿qué es Podemos? ¿Una izquierda estilo Tsipras o una izquierda como los radicales escindidos? Identificarse con los radicales empujaría a Podemos a la marginalidad. Pero es que identificarse con Tsipras hace que Podemos parezca, simplemente, un PSOE con coletas, lo que empujaría al partido de Pablo Iglesias a la irrelevancia. Hagan lo que hagan, el resultado será malo, ennegreciendo aún más las perspectivas electorales de Podemos.

Pero no es Podemos la única, ni la principal, víctima de Tsipras en España. Hay alguien a quien la convocatoria de elecciones en Grecia le hace aún más daño: los separatistas catalanes. Tanto tiempo preparando las elecciones plebiscitarias del 27-S, tanto tiempo pensando en este 11 de septiembre que debía servir como pistoletazo de salida de una campaña electoral en la que se apelaría como nunca a las emociones del pueblo catalán... y va Tsipras y contraprograma la campaña de las elecciones catalanas con su propia cita electoral en Grecia.

Piénsenlo ustedes de este modo: ¿de qué vamos a estar hablando todos, y en particular los medios internacionales, durante la primera semana de campaña electoral en Cataluña? Pues de las elecciones que se celebrarán en Grecia el siguiente domingo, 20 de septiembre. ¿Y de qué vamos a estar hablando todos, y en particular los medios internacionales, durante la segunda semana de campaña electoral en Cataluña? Pues de los resultados de las elecciones en Grecia del domingo anterior y de las consecuencias que para Europa y nuestra economía pueden tener esos resultados.

Es decir, Tsipras ha conseguido de un plumazo, con su contraprogramación, que el show de Artur y sus Mariachis no lo vea ni el tato. Especialmente en los medios internacionales. El supuesto plebiscito de Mas ha quedado condenado a la más absoluta irrelevancia informativa.

Así que el pobre Artur, que ya venía cansado, va a tener que exprimirse todavía más el magín para ver cómo renueva el show, de forma que no se le vayan todos los espectadores. Tendrá que subir la apuesta si quiere tener algo de audiencia.

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