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Derechos animales

Blondi era la perra de Adolf Hitler. Se la regaló Martin Bormann en 1941 y Hitler la quería con pasión. Al final de la guerra, Hitler le dio a Blondi una pastilla igual a la que poco después tomarían él y su esposa Eva Braun para quitarse la vida. No quería que la perra cayera en manos de los soviéticos.

La Alemania nazi fue el primer país en promulgar leyes restringiendo la experimentación con animales y prohibiendo la vivisección. Aprobaron leyes de protección de la naturaleza, de definición de reservas naturales, de preservación de los bosques y de reducción de la contaminación del aire. Prohibieron la muerte de animales que no estuvieran previamente anestesiados. Promulgaron normas para la promoción de la agricultura orgánica… Y todo ello al mismo tiempo que ponían a punto la mayor y más inhumana máquina de exterminio de seres humanos que jamás hayamos conocido.

¿Cómo es posible semejante contrasentido? Pues porque la realidad es que uno puede ser un perfecto psicópata y un asesino de masas y, sin embargo, querer a los animales. Una cosa no tiene que ver con la otra. De hecho, determinado tipo de psicópatas proyectan en los animales el amor que, sin embargo, son incapaces de sentir por sus semejantes.

Así que cuando alguien presume de animalismo y alardea de buenos sentimientos hacia otras especies, tiendo invariablemente a ponerme en guardia y a hacerme siempre la misma pregunta: ¿lo que tu sientes es amor por los animales o aversión por las personas? Y no se trata de una pregunta baladí, porque desde el campo del ecologismo no sería la primera vez que oímos a alguien abogar por la reducción de la población humana, considerando a nuestra especie como una especie de plaga que hubiera invadido la Tierra y que hubiera venido a perturbar a la Madre Naturaleza y al resto de las especies animales.

Viene esto a cuento de unas declaraciones del nuevo ministro de cultura, que hace un par de años dijo en un discurso que teníamos que empezar a considerar a los animales como dotados de la misma inteligencia, sensibilidad y derecho a la vida que nosotros.

Me da grima ese tipo de discurso. Cada vez que oigo equiparaciones de ese estilo, automáticamente me pregunto si las personas que las realizan quieren realmente dotar a los animales de los mismos derechos que los seres humanos o si, por el contrario, lo que en realidad pretenden es que los seres humanos tengan los mismos derechos que los animales.

Y me acuerdo de la perrita Blondi y del amor que por ella sentía su amo. Y de que los mismos que prohibieron la muerte cruel de animales en Alemania fueron capaces de inventar las cámaras de gas.

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