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Tudela, la Tolerante

Ayer, antes de salir hacia Tudela, decidí repasar la reseña histórica sobre la ciudad contenida en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, publicado en 1849. Y topé con un aspecto curioso, que seguro que conocen los que están siguiendo el programa aquí en directo, pero que para muchos de nuestros oyentes resultará sorprendente.

Todos Vds. habrán oído hablar de Toledo como la Ciudad de las Tres Culturas, en homenaje al modo en que cristianos, judíos y musulmanes convivieron en ella durante un cierto periodo de su historia. Pero si alguna ciudad debería ser señalada como ejemplo de tolerancia entre las tres religiones, esa debería ser, en mi opinión, Tudela.

En el diccionario de Pascual Madoz se cuenta (citando la Crónica del moro Rasis, escrita en el siglo X) que, aunque Tudela estaba bajo la dominación árabe desde hacía 200 años, y aunque los invasores musulmanes habían erigido diversas mezquitas en la ciudad, había asimismo en Tudela una sinagoga y los cristianos habían permanecido también, ejerciendo su culto en la iglesia de Santa María Magdalena, en cuyas inmediaciones estaba el barrio mozárabe.

Cuando, doscientos años después, el Conde de Alperche toma Tudela a los árabes en nombre de Alfonso I de Aragón, a mediados del siglo XII, en Tudela seguía habiendo una iglesia con prior y clérigos. Y en las capitulaciones mediante las que Tudela se rendía a los cristianos, los habitantes de la ciudad consiguieron que el rey aragonés permitiera a los vecinos árabes conservar sus oficios, seguir celebrando sus oficios religiosos en la mezquita mayor y que los pleitos entre habitantes musulmanes fueran sentenciados por sus propios jueces musulmanes.

Continúa Madoz diciendo que "en 1271, unidos los cristianos, judíos y moros del vecindario, solicitaron y obtuvieron del rey D. Enrique un auxilio" para canalizar el Ebro, que amenazaba con salirse de su cauce. Algo después, en 1309, existe constancia de que el rey concedió a los moros y judíos de la población diversas rentas y privilegios económicos.

Según un censo realizado en 1366, Tudela contaba con 960 familias, distribuidas de la forma siguiente: 486 eran cristianos acomodados o hidalgos, 125 eran cristianos pobres, 203 eran judíos acomodados, 67 eran judíos pobres y 79 eran musulmanes. Es decir, a mediados del siglo XIV, aproximadamente un 30% de la población eran judíos y un 10% musulmanes.

Continúa diciendo el Diccionario de Pascual Madoz que hacia 1486, y cito textualmente, "se refugiaron en Tudela muchos aragoneses perseguidos por la Inquisición, y la ciudad los acogió tan decididamente, que no solo se negó a entregarlos a las reclamaciones inquisitoriales, sino que amenazó a los inquisidores con echarlos al río".

Y finalmente, cuando Navarra es incorporada a Castilla por el rey Fernando el Católico, Tudela fue la última población en admitirlo, y no se avino a rendirse hasta que el rey aceptó jurar sus fueros, que incluían el respeto de los derechos de los moros y judíos de la ciudad. Se trata de un detalle de enorme importancia, porque estamos hablando de una fecha en la que los judíos ya habían sido expulsados de España. Cuando posteriormente fue dictada orden de expulsión de los judíos y moros de Tudela, los musulmanes dejaron 200 casas deshabitadas y su mezquita fue convertida en la iglesia parroquial de San Juan Bautista. De los judíos, 180 quedaron como conversos. Se trata de cifras que indican que la población judía y musulmana, lejos de disminuir a lo largo del siglo XV, había seguido aumentando, probablemente por la llegada de refugiados musulmanes y judíos procedentes de otras partes de España.

Si examinan Vds. el panorama que dibujan todos estos detalles, nos encontramos con que la ciudad de Tudela fue un sobresaliente ejemplo de convivencia entre las tres religiones durante nada más y nada menos que 800 años.

Primero, durante los 400 años de dominación árabe de Tudela, a judíos y cristianos se les permitió seguir en la ciudad y celebrar sus oficios religiosos. Teniendo en cuenta lo intransigente del Islam en otras zonas de España, cabe suponer que esa sorprendente tolerancia en Tudela fuera gracias a los propios habitantes de la ciudad.

La sospecha se confirma cuando vemos que, al ser reconquistada Tudela para los cristianos, las tornas se vuelven, y durante los 400 años siguientes, son los cristianos de Tudela los que se dedican a proteger a sus vecinos árabes y judíos, con los que colaboran cada vez que hace falta y cuyos derechos reconocidos en los fueros reclaman a los reyes respetar.

Díganme: ¿hay o no motivo para referirse a esta ciudad como Tudela la Tolerante?

¿Y a qué se debe que Tudela fuera tal oasis de convivencia entre vecinos de distintas culturas durante toda la duración de la Reconquista? Pues me voy a permitir dar una explicación, que tiene muy poco de romántica y sí mucho de práctica.

Si nos fijamos en lo que de Tudela dice la Crónica del moro Rasis, citada por Madoz, la ciudad era ya en el siglo X enormemente rica y causaba asombro por el volumen de su comercio. Y esa riqueza y esa capacidad emprendedora de Tudela siguieron llamando la atención durante los siglos siguientes.

No hay que echarle mucha imaginación para suponer que bastante tendría que ver la fertilidad de las tierras que rodean a la población. Con solo cerrar los ojos, podemos imaginar a Tudela abasteciendo de excelentes productos a lugares muy alejados. Y también podemos fácilmente intuir que en ese enorme y constante volumen de producción y comercio participarían conjuntamente cristianos, judíos y moros.

No es que los judíos, moros y cristianos fueran vecinos y parientes: es que muy posiblemente eran socios. Los lazos laborales, empresariales y comerciales de unos con otros, en esa ciudad tan industriosa y rica, tenían que ser fortísimos.

Y de ahí derivaba, posiblemente, ese interés de los habitantes de Tudela por defenderse unos a otros, independientemente de su religión: para ellos, ese judío, ese musulman o ese cristiano que se veía amenazado en cada instante concreto, no era un creyente de otra religión, sino un vecino, un amigo, un pariente y un asociado.

Lo cual constituye, por cierto, una bonita ilustración de ese viejo principio liberal: que el comercio es una de las mejores armas contra casi todas las guerras. Porque cuando dos personas, dos grupos o dos pueblos ganan dinero colaborando entre sí, suelen ser los primeros interesados en no llegar nunca a enfrentarse.

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