Septiembre 5 es una de esas narraciones precisas, magras, cuyo aire documental a la hora de afrontar un acontecimiento histórico, cámara en mano y en constante y trepidante travelling, parece heredar el pulso y nervio de Paul Greengrass en obras de similar calado como United 93. El relato del secuestro de los atletas israelíes en las Olimpiadas de 1972 ya fue abordado por Spielberg en la excelente Munich, pero el director Tim Fehlbaum elige deshacerse de toda referencia política o social para ceñirse a la pura experiencia, la de un equipo de informativos a los que el azar puso en la situación de narrar en directo el terrible suceso. En esa decisión, en ese proceso de desnudar el relato, a la vez Septiembre 5 consigue dotarse a sí misma de todos los significados imaginables.
Sin salir de la redacción ubicada en el propio complejo olímpico, la cámara de Fehlbaum va siguiendo al eqiupo en una narración fibrosa, donde prima por encima del melodrama la creación de la noción de equipo, de sentido de trabajo, plasmado mediante las caras nerviosas de un excelente equipo de actores de reparto. En los escasos noventa minutos de Septiembre 5 el espectador ve la entrega de los periodistas, su falibilidad humana, así como los medios técnicos disponibles en el año 1972 para narrar un fenómeno que ahora discurre con comodidad ni demasiadas implicaciones morales en el "timeline" de cada cuenta de red social del mundo. Si en 2025 se nos llena la boca de "fake news", Septiembre 5 aporta y matiza con una perspectiva humana sobre la dinámica en constante cambio del trabajo periodístico al margen de moralismos y tópicos.
La película, que recurre a imágenes de archivo excelentemente integradas con la acción "ficcional", reflexiona con ello sobre la imagen, la comunicación, el puro lenguaje. ¿Situar las cámaras en el centro de la acción contribuye a reforzar el relato de los terroristas o el de las víctimas? Quizá por eso la realización de Fehlbaum abunda tanto en el plano secuencia, esta vez más justificado que nunca, como en el contraplano (aquí la propia imagen real de la catástrofe, emitida por las cámaras y visible en las televisiones del estudio), un aspecto que queda plasmado en uno de los puntos de giro fundamentales del suspense: la constatación de que los secuestradores están viéndoles a ellos igual que ellos a los secuestradores.
Drama histórico contado en clave de cine de acción, porque acción (como consecuencia del pensamiento) es lo único que vemos, el film entiende el suceso histórico como oficio, trabajo y proceso. Su nominación al mejor guión está totalmente justificada, pero algún potencial premio más (montaje, sonido, a Peter Saarsgard) no hubiera estado de más.