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Dos visiones de la violencia totalitaria: Vasili Grossman y Vesko Branev

Vasili Grossman y Vesko Branev. Dos puntos de vista sobre la realidad soviética. Dos miradas sobre la violencia totalitaria.

De un Grossman (1905-1964) anterior a la caída del caballo, es decir, anterior a Vida y destino y Todo fluye, nos llega Años de guerra (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2009), sus crónicas del frente bielorruso para el Estrella Roja (1942-45) más la propina de una novelita, El pueblo es inmortal, ortodoxa exponente del arte de propaganda.

A Vesko Branev (Sofía, 1932), periodista búlgaro afincado en Quebec, lo descubro por El hombre vigilado (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2009), una memoria de su sufrimiento como enemigo del pueblo bajo la dictadura comunista. El dosier de la policía política búlgara sobre Branev tenía 800 folios. Su crimen fue decir no a una oferta de reclutamiento del KGB durante una estancia de estudios en el Berlín oriental, en 1957. Pasó al lado libre (entonces, aún no se había erigido el Muro) y, cuando regresó bajo promesas del embajador búlgaro de que no habría represalias y podría seguir con sus estudios de cine, lo detuvieron, torturaron, repatriaron a Bulgaria y su vida se la tragó el Estado durante quince largos años. Por medio del relato kafkiano de los servicios secretos, va descubriendo su propia vida: qué fue de Vesko Branev, quién fue Vesko Branev mientras fue invisible para los demás, visible sólo para el poder que lo vigilaba día y noche.

Grossman y Branev. Dos discursos sobre la violencia política. Uno la glorifica y el otro da testimonio de su crueldad. Tan humano el uno como el otro. La elección de uno u otro discurso tiene mucho que ver con pequeños accidentes personales. El paso de uno a otro discurso, también. Eso es lo que nos enseñan estos dos libros.

Si Grossman no hubiese sido un periodista superdotado (ya quisiéramos hoy tratar los detalles, lo físico, los pequeños hechos significativos, con la morosidad artesana con que Grossman modela con ellos retratos del alma y episodios históricos. ¿No era eso el periodismo?) , probablemente, el Estado no se habría fijado en él como un instrumento más para la guerra.

Si Branev hubiera aceptado la oferta del KGB en vez de rechazarla y pasar a Berlín Occidental, seguramente no habría sufrido la violencia del poder, sino que la habría infligido a otros.

En ambos casos, hay extrañeza y fascinación ante la fuerza bruta del Estado. Grossman y Branev no se limitan a mirar para otro lado, como la mayoría de la gente. Observan la violencia, la ven siempre nueva y su objetividad la vuelve grotesca, además de cruel. Tarde o temprano, una inteligencia de calidad acaba comprendiendo lo que sucede y deserta, se pasa al otro lado, abre los ojos, se cae del caballo, lo denuncia, como le ocurrió a Grossman y le ha ocurrido a tantos intelectuales ex comunistas. Creo que el Estado ha llegado a comprender este mecanismo por el cual mitificar su propia fuerza es peligroso y hoy la ejerce con discreción, confundida con la libertad: el sistema de vigilancia Sitel en la era de Facebook y Twitter, donde todo el mundo vuelve su vida transparente, es casi una red social más.

La dictadura soft o dictadura perfecta no amenaza, integra en el consenso. El disidente no está en la red del acuerdo, no tiene amigos en Facebook ni followers en Twitter salvo cuatro o cinco frikies como él. De hecho, la palabra "disidente" ha desaparecido del habla. El consenso se extiende sobre todos los aspectos de la vida como una ameba de terciopelo. El Gobierno y la Oposición tienen que alcanzar un acuerdo. Empresarios y sindicatos deben ponerse de acuerdo. El "todos" y "todas" invade las campañas de publicidad institucional sobre esto y aquello. Cuando una mujer sufre, sufren todas las mujeres. Cuando un cluster nacionalista está airado, lo están todos los catalanes, vascos, canarios, gallegos o valencianos. No hay "vida de los otros" en la edad de los realities y la Red 2.0. No hay dioses, no hay tabúes sexuales. No hay sueños. No hay misterio, sólo vida transparente y Estado reflector.

Jamás imaginé que un día el poder público llegaría a anexionarse el espacio más profundo y más íntimo del ser humano (...) como cuando en tiempos de guerra se requisa una casa con su dormitorio, las sábanas y las mantas e incluso el orinal debajo de la cama. 

Hoy en día la extrañeza de Branev ante la crueldad del totalitarismo es inconcebible ante la crueldad de los variados consensos colectivistas. Hoy nadie osaría decir, al modo de Branev: "Jamás imaginé que podría plegar toda mi vida a las prescripciones sobre el cambio climático, el aborto, el sexo, la dieta o la ideología de género".

Cuando Grossman describe a esa anciana, Biriukova, que pasa la noche en vela junto al granero donde se guarda la cosecha de trigo, armada sólo con un mango de sartén, para impedir que "los sudores de sangre de mis hijas" durante la cosecha se pierdan por la rapiña de los alemanes, nuestro cronista del Estrella Roja está enalteciendo un sistema en el que las mujeres han sido reducidas a esclavas en el campo y las fábricas, mientras los hombres son esclavizados para la guerra. La idílica vida de los koljoses matriarcales y las crudas imágenes de la batalla de Stalingrado que nos presenta Grossman componen la lógica de la violencia en una dictadura explícita y feroz: la esclavitud justifica el sufrimiento y exterminio del pueblo; la esclavitud es el premio a los sacrificios de la guerra. ¿No es, acaso, la lógica perversa de la dictadura castrista para mantener a raya, mediante el chantaje moral, a los cubanos? Se les dice: el bloqueo americano explica vuestra esclavitud, la cual, a su vez, es el premio a vuestro heróico sacrificio.

Grotesco, sí. Pero no más que esa escena surrealista en la que Branev, recién llegado a la RDA como estudiante búlgaro de la Escuela de Cine, es invitado a dar una conferencia sobre la Revolución de Octubre en un centro juvenil del Partido Comunista de la RDA cuyo público está formado exclusivamente por ancianos, en un clásico choque de lenguaje y realidad típico de los regímenes comunistas. Branev no habla una palabra de alemán, pero sí francés, al igual que su amigo Wolfgang (el mismo que luego informará sobre Branev al KGB para que intenten reclutarle). Branev acuerda exponer su conferencia en francés y Wolfgang irá traduciendo al alemán.

Cuando llega la hora, el joven Branev apenas ha escrito dos frases. Un arranque escrupulosamente estereotipado, es decir, rigurosamente falso y estúpidamente grandilocuente: 

Señoras y señores: ¿les sorprende que un búlgaro hable sobre la Revolución rusa en francés ante un público alemán? No, porque la Revolución de octubre es la fiesta de todos los pueblos y se celebra en todas las lenguas. 

Branev es incapaz de seguir por la senda del cliché propagandista y decide improvisar. Lee la primera frase. Arranca una ovación de los ancianos del club juvenil. A partir de ahí, incapaz de decir un solo tópico más, le dice a Wolfgang (en francés) que va a recitar versos de Paul Valery, y le pide que él los traduzca al alemán como quiera.

Branev: Vierte en un puro cristal un oro aleonado y azucarado, enciende un fuego, sueña un dulce sueño y huye del mundo...

Wolfgang: La industria pesada... millones de toneladas de acero, ... señoras y señores... Un bosque de pozos de petróleo...

El Público: ¡Bravo!

Branev: Cierra tu puerta a toda amante, morena o rubia, abre un libro dedicado al puro éxtasis...

Wolfgang: Millones, miles de millones de torrentes de fueloil, combates heróicos, una potencia militar, señoras y señores...

Branev: Acaricia a tu viejo gato y contempla el cielo en sus ojos, verdes espejos del rosado crepúsculo...

Wolfgang: Una "salva de eslóganes".

Público: Calurosa ovación.

Branev estaba descubriendo, con esta travesura juvenil, un poderoso mecanismo de la violencia totalitaria: su capacidad de imponer un único significado a todas las palabras. Da igual lo que piense el individuo, si el poder es capaz de traducirlo al idioma oficial.

Grossman, por su parte, se comporta en sus crónicas de guerra al servicio del Estado soviético, como un artesano que busca un lenguaje sincero que demuestre la realización del ideal. Es un propagandista convencido: cree en la bondad del Estado revolucionario y sale a la realidad en busca de signos de confirmación.

Grossman y Branev, dos aproximaciones a la violencia del Estado contra el invididuo. Léanse, si es posible, simultáneamente, como dos caras del mismo rostro humano, demasiado humano.

En fin, me gusta la línea que está llevando Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg al rescatar y presentar al lector español a autores que dan testimonio del horror del totalitarismo comunista: Humphrey Slater, Vasili Grossman, Vesko Branev... Ojalá estos libros caigan en las manos de esa joven dirigente de IU, Esther López Barceló, que dijo al diario El País que "fue una tristeza que cayera" el Muro, "el único reducto que quedaba de posibilidad de luchar por un socialismo".

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comentarios
1 Justivir, día

Lo que me preocupa es hasta qué punto será posible que vivamos en el futuro algo parecido a los horrores totalitarios que comenta Don Víctor. Creo que el mayor peligro es que pensemos que estamos a salvo de ello. Hay que estar alerta porque la voluntad de repetirlo ciertamente existe. En la misma línea, yo estoy leyendo el diario de Petter Moen, escrito, sobre papel higiénico, en una cárcel de la Gestapo en la Noruega ocupada. Si queréis os pasaré una audiorreseña cuando lo acabe.

2 Erbilyos, día

Justivir: siempre habrá enemigos de la libertad, pero no tendrán el mismo rostro que tuvieron en el pasado, y para triunfar deberán adoptar estrategias diferentes de las que se utilizaron en el pasado.

3 matmat, día

I/II He leído “Vida y Destino” de Vasili Grossman también de Galaxia Gutemberg-Círculo de lectores. Soberbio para mí desde luego. Estoy con justivir en su planteamiento. Creo que estamos abonando muy bien el terreno para repetir capítulos estremecedores de la historia. Sembrar ignorancia, adoctinamiento, imposiciones que como bien describe Víctor aparentemente no existen o son menores … mucha ignorancia, mucha manipulación del presente y del pasado, mucha propaganda y … mucha pasividad. Cada vez que pasa algo como que la mayoría de catalanes pasa totalmente de ir a votar si o no al estatut recuerdo que Hitler salió elegido democráticamente gracias a una sociedad anestesiada que pasaba de todo y que se creía a salvo de barbaridades lejanas. Los grandes totalitarismos e imposiciones no están tan lejos, han tenido lugar en Europa y hace menos de cien años. No nos confiemos y nos creamos a salvo de repetir la historia. Visité Polonia y varios campos de concentración justo tras la caída del muro, ese viaje me impresionó, recuerdo haber leído (no sé dónde) una placa conmemorativa del holocausto que dice “Recuerda y no Olvides”, nos conviene mucho no olvidar como sociedad, lo mejor que podemos hacer para no repetir es no olvidar. En este sentido os aconsejo leer al menos el principio de “Memorias de un Europeo” de Stefan Zweig (Acantilado) , me parece muy ilustrativo, muy bueno todo el libro pero el principio es más que pedagógico ya que describe la Europa feliz, alegre y confiada de antes de la primera guerra mundial. Os transcribo algunas cosas: “…fue la edad de oro de la seguridad. (SIGUE)

4 matmat, día

II/II “…fue la edad de oro de la seguridad. Todo parecía asentarse sobre el fundamento de la duración, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esta estabilidad. Los derechos que otorgaba a sus ciudadanos estaban garantizados por el parlamento, representación del pueblo libremente elegida, y todos los deberes estaban exactamente delimitados. Todo tenía su medida, su norma y su peso determinados. … Nadie creía en las guerras, las revoluciones ni las subversiones. Todo lo radical y violento parecía imposible en aquella era de la razón. … En esta conmovedora confianza en poder empalizar la vida hasta la última brecha se escondía una gran y peligrosa arrogancia. Se miraba con desprecio hacia épocas anteriores como un tiempo en que la humanidad aún era menor de edad y no lo suficientemente ilustrada. Ahora, en cambio, superar definitivamente los últimos restos de maldad y violencia sólo era cuestión de unas décadas, y esa fé en el “progreso” ininterrumpido e imparable tenía para aquél siglo la fuerza de una verdadera religión. …. Se creía tan poco en recaídas en la barbarie –por ejemplo guerras entre pueblos de España- como en brujas y fantasmas; nuestros padres estaban plenamente imbuidos de la confianza en la fuerza infaliblemente aglutinadora de la tolerancia y la conciliación. Creían honradamente que las fronteras de las divergencias entre naciones y confesiones se fusionarían poco a poco en un humanismo común, y que así la humanidad lograría la paz y seguridad, esos bienes supremos” …pues eso, más o menos lo que ahora vendría a ser ese “otra de gambas!”, y encima somos muucho más incultos …

5 matmat, día

Donde he puesto "guerras entre pueblos de España" es "guerras entre pueblos de EUROPA" ... madre mía ¿en qué estaría pensando?...

6 Erbilyos, día

Matmat: te refieres a "El mundo de ayer. Memorias de un europeo". Yo lo recordaba por el título, no por el subtítulo, y he tenido que consultar por ahí para descubrir que es el mismo libro en realidad. ¡Por un momento he pensado que el maestro Zweig se autoplagiaba! Sí, ese libro lo leí hace un par de años, y me impresionó el relato que hace de la europa anterior a la 1ª Guerra Mundial, y a toda la cadena de catástrofes que siguió al asesinato del archiduque Fco. Fernando de Austria. Parecía un lugar tan agradable para vivir... Siempre que fueras un poco señorito, claro. El propio Zweig creció y se formó en un ambiente tan seguro que no le interesaban otras cuestiones que las artísticas e intelectuales del "mundo del espíritu". Podía abstraerse del resto. De ahí que el hombre fuera un poco ingenuo en cuestiones políticas propias de su tiempo (sin embargo, no se muestra tan ingenuo cuando escribe sobre Fouché). Cuando menciona la guerra civil española, por ejemplo, resulta patente que se ha tragado doblada la versión de la guerra propagada por la Komintern (democracia vs. fascismo). Es que toda esa seguridad te deja las defensas bajas. Y, en ausencia de inquietudes intelectuales como las que caracterizan a nuestro entrañable y querido señorito cultureta vienés, puedes acabar siendo como Bertie Wooster, un eximio representante de los peligros de un exceso de seguridad.

7 Erbilyos, día

"La calma que precede a la tempestad" es algo más que una frase retórica. Decía Talleyrand en sus memorias aquello de: "Quien no ha conocido los años anteriores a la revolución, no sabe lo que es la dulzura de vivir."

8 Justivir, día

En el suplemento de libros, que acaba de aparecer en LD, acabo de ver que Horacio Vázquez-Rial ya se ha leído el Diario de Petter Moen al que yo hacía alusión en mi último post. Como siempre, sus comentarios son muy acertados: yo he felicitado a Vázquez-Rial en un par de ocasiones y siempre contesta los correos electrónicos. Y siempre de forma muy amable.

9 vuelvoAl, día

Que bien escrito este articulo. Espectacular.

10 jlh, día

Cuelgo aquí mis finales favoritos, porque me he enrollado demasiado y creo que no cabe en el facebook. He tardado en hacer mis deberes, pero más vale tarde que nunca. Pues mis finales favoritos son 2, y ambos de Katherine Neville, igual que mi principio – no principio favorito. Por cierto, aprovecho para recriminaros que nunca hayáis dicho ni mú de esta señora o señorita (salvo que yo no lo haya oído, lo cual me extrañaría mucho, porque creo que he oído todos vuestros programas completos). Me gustaría saber vuestra opinión sobre ella … porfa. El primero es de El Ocho: “Cuando cayeron las últimas gotas sobre mi lengua, me pregunté – por un instante – lo que tal vez no sabría jamás. Qué sabor tendría … qué sensación produciría … si ese líquido que bajaba por mi garganta no fuera campaña … sino el elixir de la vida.” Y el segundo es de Riesgo Calculado. Este libro lo leí hace unos meses y creo que explica las verdaderas causas de la crisis mundial, que no son las que cuentan los analistas económicos. Y al final del libro dice que puede llegar a haber un colapso como el que ha llegado a haber. A lo que vamos, el final es: - ¿No te das cuenta? … Sencillamente no existe modo alguno, mediante el sistema económico internacional, de garantizar que el capital del banco se valora o asegura correctamente, o de que cualquier bastardo ambicioso no triunfe mañana en el mismo delito que ha fracasado hoy. ... - … Apuesto a que puedo descubrir más fusiones ilícitas y adquisiciones corruptas que tú en … digamos un año. ¿Qué opinas, mi pequeña rival? … - De acuerdo, ¿Cuánto quieres apostar? - dije

11 Justivir, día

El apellido de vuestra invitada era KRIEG