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Narnia culé

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En 1950 Clive Staples Lewis, más conocido como C.S. Lewis, escribió "El león, la bruja y el armario", el primero de los siete libros que luego conformarían lo que hoy conocemos como "Las crónicas de Narnia". En la saga, los diferentes personajes pasan de nuestro mundo a otro fantástico mediante diferentes métodos, siendo el más popular de todos ellos un viejo armario de madera de manzano que se encuentra en una de las habitaciones de la casa del viejo profesor Kirke. ¿Y qué hay en Narnia que no haya en el mundo real? Pues en Narnia hay faunos, dragones, náyades, dríades, hay meneos de la Marisma, brujas, enanos, centauros, hay animales parlantes, animales normales y también humanos; también hay ciudades bajo tierra, un extenso desierto al sur... Como Nunca Jamás, Narnia es, en definitiva, un mundo de fantasía creado por la mente genial de un hombre con una imaginación portentosa. Pero no existe.

Pues bien: el Fútbol Club Barcelona vive en Narnia. Como Aslan, Digory, Edmund o Jill, los culés cruzan a su particular mundo de fantasía ahora a través de un viejo armario de madera de manzano que Joan Laporta tiene en su despacho presidencial. Los personajes de C.S. Lewis pasan de un mundo a otro pero los culés no, los culés han montado su campamento base en Narnia y viven de conceptos que ya no les compra nadie como el ADN, el estilo, el modelo... Allí, en la Narnia culé, Franco le ha regalado todos sus títulos al Real Madrid cuando resulta que el equipo blanco no ganó su tercera Liga hasta 1954, deiciséis años después de acabada la guerra civil, mientras que el Barcelona ya había ganado por aquel entonces cinco Ligas y acabaría conquistando un total de ocho con el Generalísimo. En la Narnia culé, y a diferencia del Madrid, el Barcelona siempre ha sido un club antifranquista cuando, en el mundo real, el club catalán le condecoró hasta en tres ocasiones diferentes por salvarle de la ruina al menos en otras tres.

En Narnia todos los títulos conseguidos por el Real Madrid antes de 1970 son llamados despectivamente botijos o ánforas, pero los cosechados por el Barcelona, que son exactamente tres Copas de Ferias, dos Copas Latinas, cuatro Copas de los Pirineos, ocho Ligas, dieciséis Copas, una Liga Mediterránea, una Liga catalana, veintitrés campeonatos de Cataluña y tres Copas Eva Duarte, son sin embargo títulos legítimos y muy actuales, títulos que cuentan y que algunos, incluso, se tatúan. En Narnia, por cierto, vale lo mismo una Copa de los Pirineos que una Copa de Europa, así son ellos. Para esto de confundir ficción y realidad hay un nombre en medicina y es peligrosísimo porque acabas pensando que los centauros existen y La Masía es infalible. Esa es otra, La Masía de Narnia: allí conservan el arcano de cómo sacar futbolistas de élite... salvo cuando son incapaces de sacarlos como ahora, que tienen que recurrir a fichar jugadores bastante mediocres de fuera porque los de las divisiones inferiores carecen de la imprescindible calidad.

Mientras Florentino Pérez sufría en el mundo real para cuadrar las cuentas y se veía obligado a descartar fichajes o a dejar marchar a futbolistas ya fichados porque no se les podía pagar lo que pedían, Núñez, Gaspart, Rosell, Bartomeu y Laporta no tenían más que cruzar el viejo armario de madera de manzano de la habitación del profesor Kirke para hacerse con los servicios de los mejores pagando lo que fuera menester. A Florentino le fiscalizaban sus socios y él mismo mientras que los presidentes del Barça sólo tenían que rendir cuentas ante las dríades, las náyades y los meneos de la Marisma. En Narnia la prensa deportiva mira hacia otro lado, en el mundo real no, en el mundo real la prensa deportiva es crítica. Sólo viviendo en Narnia puede uno explicarse que el Fútbol Club Barcelona haya llegado a tener una deuda de 1.500 millones de euros, cantidad que en cualquier empresa convencional habría provocado el cierre. Sólo en Narnia se puede idolatrar a alguien como Messi hasta el punto de pagarle un contrato de 555 millones que habría dejado en mantillas a Ramsés I, Tutmosis II y Osorkón III juntos para, a renglón seguido, renegar de él y acusarle de provocar la ruina que generaron ellos mismos con sus políticas suicidas. Sólo en la Narnia culé puede alguien ganar unas elecciones con una pancarta y abrazando a un maniquí. Sólo en Narnia se puede hablar de ganar una Liga que está a quince puntos. Sólo en Narnia, únicamente en Narnia.

Y es que ahora en Narnia se vende precisamente la ilusión de estar a quince puntos del líder del mundo real, que es el Real Madrid. Incluso se cuenta como un éxito el hecho de que el Barcelona es el líder de 2022, como si 2021 no contara. Porque en Narnia todo es pasado salvo el suyo y se vive del último partido si, como el de Mestalla, acabó bien. El relato, que durante más de un cuarto de siglo ha sido el del tiki taka, se ha transformado ahora en Narnia por el de los balones a la olla para que remate el gigantón De Jong, como hacía en tiempos el Hamburgo con Horst Hrubesch. En Narnia, en fin, tienen personajes como Gaspart que hablan de transparencia o Stoichkov que sienta cátedra sobre los valores. Durante un tiempo muy corto sentí lástima del Barça, abocado a luchar por la cuarta plaza de la Liga, eliminado de la Champions y sufriendo para pasar de ronda en la Europa League, pero ahora tengo claro que la bofetada de realidad que han recibido no es suficiente, que siguen creyendo en los dragones, que piensan que a los jugadores se les puede pagar con Mortadelos y que hay futbolistas dispuestos a perder dinero a cambio de poder jugar al lado de Piqué. En la Narnia culé venden el fichaje de un venerable anciano como la última maniobra genial de Mateu Alemany y justifican la dimisión de un hombre de la empresa real porque quería pincharles el globo de su mundo de fantasía y ciencia ficción. Y la afición, entre tanto, aplaude con las orejas como en su día aplaudió que nadie explicara el coste real de Neymar o que Messi defraudara a Hacienda. Se merecen lo que tienen y más. Poco les pasa para vivir como viven en Narnia. Poco les pasa.

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