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Javier Somalo

La pareja, el IBEX y Page

El centro derecha español debe darse cuenta de que si Sánchez y Díaz forman gobierno con apoyos suficientes será porque ya estamos en la antesala de un nuevo régimen construido bajo el chantaje.

El centro derecha español debe darse cuenta de que si Sánchez y Díaz forman gobierno con apoyos suficientes será porque ya estamos en la antesala de un nuevo régimen construido bajo el chantaje.
La líder de Sumar y ministra de Trabajo en funciones, Yolanda Díaz (d), y el presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez (i). | EFE

Sánchez Pérez y Díaz Pérez, primos revolucionarios, ya van juntos a todos los bolos. Son como Pimpinela pero sin reproches. Se arreglan, se gustan —cada uno a sí mismo— y se consideran una pareja política de relieve mundial. El PSOE en soledad apenas pesa y ya ha incorporado el comunismo haciendo del nombre del partido socio su verdadera y única necesidad: Sumar. Desesperadamente. Pero no llegan.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sellaron el germen de intención de gobierno y lo presentaron en sociedad. Ella, de rojo pasión y aplaudiendo al público como si recogiera un premio, que en realidad es lo que hace. Él, como siempre: dando patadas al aire al andar, como espantando el polvo que osa posarse en sus zapatos y mirando a los infinitos que flanquean su paso. Ni Travolta en Grease. Empieza a resultar insoportable su vanidosa puesta en escena.

La única clave es y será firmar lo que garantice quedarse en el Gobierno sin haberlo ganado en las urnas. Muy lejos de ello. Y hoy eso se reduce a amnistía y referéndum para el golpismo catalán. Después será el turno del País Vasco, que no ha necesitado dar golpes de Estado pero se aprovecha del de octubre así como el separatismo catalán rentabilizó el terror de ETA con mucho seny.

Todo lo demás, por grave que sea, importa menos porque la premisa es ceder una parte de la soberanía española a los separatistas, lo que supone violar la Constitución. Alcanzado ese fin, el problema no serán los impuestos sino el cambio de régimen en una democracia europea.

¿Viajar en avión desde Madrid a la capital de la República Independiente de Cataluña será vuelo doméstico sujeto a sacrificio ecosostenible o será internacional con requisito de pasaporte y sorteos de Green Card? Son medidas sin fondo, cebos repletos de errores que permiten la discusión, despistes para poder fotografiarse firmando algo. No como Feijóo, que no firmó nada.

Porque para Sánchez Pérez un "paquete de medidas extraordinarias" es llevar el pantalón ajustado y no cometer errores de bulto. Y Díaz Pérez, lo mismo pero con mechas, reflejos, ojos entornados y frases formadas por palabras unidas al azar. Sólo importa lo que piden los que más piden —derogar la Constitución de facto— porque son los que necesitan para quedarse en el Gobierno.

Despertares

Repsol dice que las puñaladas fiscales del Gobierno obligarán a la energética a sacar negocio de España. Vaya, Josu Jon Imaz, ve cosas que sus colegas de filas no quieren atisbar. El CEO de Repsol fue antecesor peneuvista de Íñigo Urkullu, el que riñe a los "habitantes del Estado español" (¿se referirá sólo a los funcionarios o aludirá a una raza inferior vista desde la atalaya gudari?) por carraspear cuando murmura en vascuence para mostrar los ámbitos del hecho diferencial o como se llame lo suyo.

Ni a Imaz ni a Ortúzar ni a Urkullu ni a la derecha separatista catalana de Waterloo o de Montserrat les gusta el comunismo fiscal confiscatorio de la pareja Sánchez Pérez-Díaz Pérez. Pero sus aventuras rupturistas bien valen mirar para otro lado. ¿Podría Josu Jon explicar ahora algunas cosas a sus cuates aprovechando su indignación? A ver si vamos a pensar que no le importa irse de España porque siente y padece como Otegi.

CaixaBank se ha sumado a las amargas quejas: castigar a las empresas grandes como hacen los Sánchez Díaz es "pegarse un tiro en el pie", ha dicho Gonzalo Gortázar, consejero delegado de la entidad. Ferrovial abrió la veda hace ya meses.

Si la alta clase empresarial española quisiera ver la cruda realidad de frente y se dejara de agendas que piden permiso a la izquierda para existir daríamos un paso de gigante en la defensa del orden constitucional, base ineludible para que haya seguridad jurídica, libertad económica y, en definitiva, horizontes de prosperidad. Ojalá despierten del todo y dediquen tiempo a salvar de veras el planeta. El que habitan las personas.

Pero mientras se deciden y, sobre todo, mientras la pareja juega a formar gobierno, a los españoles nos obligan a soportar:

Que España persiga a Netanyahu por genocidio contribuyendo a la causa del terrorismo y a ninguna otra. Los comunistas han sido nítidos, Sánchez alberga "dudas legítimas". Magnífica labor de diplomacia que nos coloca fuera del sentido común.

Que España arruine a empresas grandes y pequeñas, crucifique al autónomo y, en definitiva suspire por la nacionalización y la dictadura del proletariado.

Que España ceda ante las exigencias que costaron mil muertos y decenas de miles de desgracias en el País Vasco y también en Cataluña, golpe de Estado de por medio.

Que el CGPJ sea un ministerio (de Sánchez) para que el PP deje de bloquear el Poder Judicial con sus exigencias de independencia que sólo entorpecen la cosmovisión socialcomunista representada por la enorme toga de Cándido Conde-Pumpido, negra cúpula que cubre el invernadero que ya somos.

Que, en fin, los mediocres delincuentes estén garabateando las últimas páginas de nuestra historia sin demasiados contratiempos.

Bases para qué os quiero

Pedro Sánchez cree haber encontrado la clave de la legitimidad: preguntar a las bases. Y aquí es cuando todo mortal se pregunta qué son las bases y qué información van a tener sobre las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez y de Yolanda Díaz.

Las bases deben de ser todos esos votos que inexplicablemente vuelven a poner a Sánchez en la posibilidad de gobernar pese a que en la calle todo son abucheos y maldiciones. Y los militantes de las bases son todos esos que aparecen jugando a la petanca espontáneamente con el presidente o tomando un vino en el barrio o charlando en una modesta casa elegida al azar de los azares. Es el pueblo que habla como en la canción de la Transición pero a Sánchez y sólo a Sánchez. Las bases, los militantes… los soviets, pero en color.

Y Sánchez, ya convertido en Sánchez-Díaz, quiere preguntar a esa militancia "si avala que logremos acuerdos parlamentarios con el resto de formaciones políticas que nos permitan lograr la mayoría parlamentaria para la investidura".

¿Pero qué acuerdos, presidente? Bueno, una cosa es preguntar a la base y otra convertirla en vértice. Los detalles los maneja el presidente; él sólo pide que le dejen hacer.

Emiliano García-Page no descansa de su hipocresía. Además de ser el único barón socialista con mayoría absoluta, raspada pero absoluta, ostenta el título de socialista amigo del PP, el socialista bueno, el otro socialista, el antisanchista… el que ladra hasta que le sueltan la correa y entonces se sienta con una docilidad casi cómica. No es sólo culpa suya; le han puesto en ese papel. Hablará contra Puigdemont. Pero como anécdota. ¿No es Emiliano una base socialista? ¿No tienen voz y voto sus diputados nacionales? ¿Qué han votado hasta ahora y qué tienen previsto votar Sergio Gutiérrez Prieto y Milagros Tolón Jaime (Toledo); Emilio Sáez e Isabel Belén Iniesta (Albacete); Isabel Rodríguez García y Gonzalo Redondo (Ciudad Real); Luis Carlos Sahuquillo (Cuenca) y Alberto Rojo (Guadalajara)? ¿Qué cabe esperar de los lamentos de Page si hasta ahora ha cerrado filas con el criticado jefe?

Qué dirán las bases que no hayan dicho ya los que jugaban con Sánchez a la petanca. El centro derecha español debe darse cuenta de que si Sánchez y Díaz forman gobierno con apoyos suficientes será porque ya estamos en la antesala de un nuevo régimen construido bajo el chantaje. Jueces, periodistas, empresarios y políticos deben decidir de qué lado están.

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