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Castro olímpico, sobre todo más lejos

El barón Pierre de Coubertin luchó por promover unos Juegos Olímpicos. Y, a base de fe y tesón, lo consiguió para convertir Atenas en la sede de unas Olimpiadas allá por 1896. Su idea no era otra que convertir el deporte y el ejercicio físico en argumentos esenciales de la formación del carácter, sin ánimo de politizar este macroevento deportivo que ahora representa a todos los países del mundo.
 
Más de un siglo después, Cuba se ha pasado olímpicamente por el forro -aunque esto no sea nada nuevo- las ideas del padre de los JJOO. La delegación cubana ha desafiado al COI con la instalación de dos gigantescas fotos de Fidel Castro -este viernes, el mismo día de la ceremonia inaugural, cumple 78 años- y el Ché Guevara en la Villa Olímpica.
 
Un claro acto de politizar los Juegos que el máximo organismo deportivo mundial no ha dejado pasar por alto. No es de extrañar que la organización que ahora preside Jacques Rogge haya descartado a La Habana para organizar los Juegos del año 2012. Ni tampoco que los Iván Pérez y Niurka Montalvo de turno deserten en busca de una vida mucho mejor. El régimen castrista está cada vez más solo en el concierto internacional y terminará pagando su prepotencia con creces.

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