Francisco Ros ya ha destapado el tarro de las esencias del intervencionismo galopante que, tememos, será el sello de su gestión al frente de las telecomunicaciones españolas. No sólo, en su omniscencia, parece saber cuantas empresas puede haber en un mercado sino que además parece querer forzar a las condenadas a reducirse si no lo hacen ellas solas.

Después de alcanzar la ansiada meta, es previsible que las empresas supervivientes deban ver como el gobierno empieza a dirigir su gestión a base, principalmente, de amenazas debajo de la mesa. Haga usted el favor de no poner publicidad en este periódico facha o en aquel que tanto investiga o le planto este hermoso decreto que le va a dejar sin beneficios. Ponga estos milloncejos debajo de aquella mesa o regulo para que tenga usted que vender. Y los supervivientes, viendo el percal, incluso le darán ideas. Siempre ha funcionado así. El mercado es lo mejor para todos, pero sólo cuando existe, no cuando se simula desde el Estado.