La ceguera selectiva de la izquierda, que ve sólo lo que quiere ver, tiene estas consecuencias. Nos han estado durante semanas dando el tostón con la cantinela del más que probable fin de Bush. Todos los medios a los dos lados del Atlántico, con la excepción de la Fox en América y Libertad Digital en Europa, han hecho campaña -a veces descarada- por el candidato demócrata.

En nuestro país se ha llegado a niveles de auténtica desvergüenza periodística en el apoyo explícito a John F. Kerry y, cuando los ciudadanos americanos ya habían votado, en pleno escrutinio, fue tan difícil cambiar el paso y enfrentar la realidad que la multipremiada SER volvió por donde solía dando un bochornoso recital matutino. Hace sólo unas horas en la casa de Gabilondo Kerry era el próximo presidente de los Estados Unidos. Y eso, aunque retiren -y no sería algo excepcional- la fonoteca de su base de datos, quedará ahí hasta los próximos premios Ondas, que se los darán.

Al final, como resaca de la brutal campaña de desinformación auspiciada por los medios que dicen informarnos, la diferencia entre los dos candidatos ha sido de más de tres millones y medio de sufragios. Ahora correrán un tupido velo y abundarán en peregrinas teorías para explicar la victoria del que, bajo ningún concepto, debía ganar estas elecciones. Entretanto Estados Unidos, esa gran nación de la que todo el mundo democrático es deudor, se ha reencontrado consigo misma como cada cuatro años desde hace más de dos siglos. Felicidades John F. Kerry, felicidades George W. Bush. Felicidades América.