La intervención del presidente del gobierno autónomo vasco en la radio de su propiedad, la del pesebre nacionalista, nos ha dejado dos consignas que son demasiado familiares para los enemigos de la libertad, y demasiado dolorosas para los que creemos en ella y nos jugamos el pellejo en su defensa. Las ha repetido seguidas, para que nadie dude de cuáles son sus intenciones y de qué lado está.

Los presos deben volver al País Vasco, en batúa de Ikastola Euskal presoak, Euskal herrira. Un asesino, de 16 apellidos vascos eso sí, que se llevó por delante a, por ejemplo, dos ciudadanos de Sevilla, tiene que cumplir su pena en la tierra que le vio nacer, porque sino es así, si el verdugo infrahumano no ve satisfechas sus expectativas de volver al País Vasco esto puede ser muy pernicioso para la paz. Si, para la paz de los cementerios donde reposan los inocentes que asesinó.

La otra consigna tan abertzale como repugnante es la solicitud formal en La Moncloa de que Batasuna regrese a la legalidad. A la legalidad y a la promoción del terrorismo suponemos. Hace unos meses ya dijo que la "ilegalización de las ideas no nos acerca a la paz". De momento nos ha acercado a la tranquilidad y a la justicia. Si eso no le basta a Ibareche quizá es que su ideal del País Vasco sea el de los tiempos de los secuestros en la madrugada y los tiros al amanecer.