Decía un famoso escritor ya fallecido que él, en Barcelona, no era más que "un judío de Praga que escribía en alemán ". Lo que parecía una metáfora se transformó con el correr de los años en una dramática realidad. Los catalanes que no hablan catalán saben muy bien cual es su lugar en una sociedad que los aparta a través de leyes y normativas encaminadas a favorecer única y exclusivamente al catalanoparlante. A día de hoy, la normalización lingüística y la marginación del castellano en la educación, la cultura, la administración y el mundo laboral no es un invento sino un hecho constatable a través del Boletín Oficial de la Generalidad.

Con todo el tiempo y esfuerzo que Pujol y sus herederos han dedicado a la cuestión lingüística, a lo que no habían llegado es a ingeniar un distintivo para que los catalanohablantes lo luzcan orgullosos en la solapa. En esto, como en la reforma del estatuto, los nacionalistas vascos se les han adelantado. El alcalde de Guecho, Iñaki Zarraoa, creará una insignia que identifique a los euskaldunes, es decir, a los que hablan vascuence para evitar que en esa localidad vizcaína se hable castellano por defecto. El resto de ciudadanos, que son la mayoría incluidos 7 de los 11 ediles del PNV en Guecho, representarán lo mejor que puedan su papel de judíos alemanes que viven en Praga en espera siempre de no encontrarse de bruces -y sin insignia- con un grupo de "jóvenes radicales" que les aleccione sobre las virtudes del buen vasco.