Gallizo representa lo peor de la izquierda: la que mantiene su ideología por encima de la realidad y no la cambia pase lo que pase y tenga los efectos que tenga sobre los ciudadanos. El gobierno de Zapatero, además, la ha colocado en un lugar especialmente sensible. Los presos, para la ideología, son víctimas de la sociedad y, por tanto, deben ser tratados con más cariño y misericordia que las verdaderas víctimas de sus delitos, con la consecuencia inevitable del aumento de la delincuencia, al reducirse el precio a pagar por el crimen. Además, los musulmanes, en los últimos años, se han convertido también en un grupo protegido.

Por eso, es natural que Gallizo se defienda de las denuncias de los funcionarios de la cárcel de Topas acusandolos de xenofobia. Como dijo Thomas Sowell, un racista es alguien que le está ganando una discusión a un socialista. Las acusaciones, concretas y precisas, no pueden ser contestadas con generalidades vacuas. Y más cuando se pone como excusa que los presos no son islamistas sino  fundamentalmente magrebíes que cumplen penas por tráfico de drogas. Los que pusieron las bombas el 11M, por tanto, tampoco debían ser fundamentalistas.

ACTUALIZACIÓN: Los funcionarios de prisiones insisten.