Tras unos días de reclamar una declaración institucional por parte del presidente del gobierno ante la muerte del Santo Padre, hemos tenido en su lugar una declaración de superioridad moral por parte del secretario general del PSOE. Nadie le había pedido muestras de un dolor que posiblemente no sienta. Se le había pedido un pequeño discurso en el que comentase la importancia de un líder mundial crucial para entender la historia reciente, que es además líder espiritual de un buen número de españoles.

Parecía razonable que un presidente de gobierno dijera, oficialmente y en público, que se trataba de "la pérdida de una de las figuras más relevantes de la historia reciente en el mundo", en lugar de hacerlo en un corrillo de periodistas. Y era de esperar que no insultara a los cientos de miles de personas que hacen cola para expresar su dolor ante la muerte del Papa asegurando que "el dolor no va acompañado de exhibición". El presidente del gobierno no es quien para hacer juicios morales sobre la manera de expresar el dolor de nadie. Así sólo demuestra la ruindad de una izquierda que se cree siempre superior moralmente a todos los demás, por el mero hecho de ser de izquierdas.