Si hay una lección que se puede extraer del espinoso asunto del bloqueo de varios puertos españoles por algunas cofradías de pescadores es que en España la violencia sale a cuenta. Se han producido casos de una violencia desnuda, pública y anunciada, que se ha llevado incluso a los hogares españoles por medio de la eficaz y aséptica transmisión de televisión. La situación ha llegado a ser tal que la impune utilización de la violencia ha forzado a varios mayoristas a ceder públicamente al chantaje, que vergonzantemente han llamado "solidaridad" con las cofradías.

Resulta llamativo que, con tantas funciones que se ha arrogado el Estado sin ninguna posible justificación, la más primordial de todas y la que le podría otorgar legitimidad, la defensa de la vida y la propiedad del ciudadano frente a la coacción, haya sido abandonada por el Gobierno. No solo no ha cumplido con ella, sino que ha caído en una pedagogía perversa. Ha demostrado que la violencia paga, remunera, produce, es rentable.

Esperemos que en el enésimo conflicto de este gobierno del diálogo y del talante no caiga, de enfrentarse al mismo problema, en el mismo error.