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Puigcercós se corta

Apenas una frase ha durado la bravata del republicano Joan Puigcercós en el Congreso de los Diputados. Con extrema suavidad y delicadeza le ha interrumpido el presidente Marín para que se dirigiese a sus señorías en la lengua que todos comparten, la española. La cosa iba de las relaciones entre España y Andorra, pero eso era, como es obvio, lo de menos. Nos gustaría ver la marimorena que se armaría en el Parlamento catalán si a algún diputado del PP le diese por hablar en español en un debate.  Y hasta en esto habría diferencias porque, seamos francos, en la Carrera de San Jerónimo entienden y hablan catalán los diputados que provienen de aquella comunidad, de Valencia y de las Islas Baleares. Y no todos. En el Parlamento de Cataluña todos y cada uno de sus miembros entienden, hablan y escriben español. Muchos de ellos como primera lengua.

Lo que ha demostrado Puigcercós, lo que ha dejado meridianamente claro es su idea de lo que debe ser una lengua. Para el diputado de la Esquerra una lengua sirve para separar, exactamente lo contrario de la función propia de cualquier lengua, en cualquier época y en cualquier lugar.

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