El huracán Katrina ha pasado por Nueva Orleans y por tres Estados de los Estados Unidos dejando a su lado ruina económica y desolación. Y un número no determinado de muertos, que podría acercarse al centenar. Es probablemente el huracán que más riqueza ha destruido de la historia de ese país y uno de los que más muertos podría haber causado. Está claro que cuanto más rico sea un país, más tendrá que perder cuando se produzca una catástrofe natural. Pero no es ni la única ni la más importante relación entre la riqueza y las catástrofes naturales.

De hecho, cuanto más rico es un país, menos personas mueren. De 1980 a 2002 se han producido catorce terremotos de gran magnitud en India, que han acabado con la vida de  32.117 personas. En el mismo período se han producido ocho terremotos de gran magnitud en los Estados Unidos, con 143 víctimas. La inmensa mayoría de quienes mueren a causa de huracanes, inundaciones y otros desastres naturales viven en países con poca riqueza, y rentas bajas.

Y es que la riqueza le da a la sociedad más medios para luchar contra los efectos de las manifestaciones más brutales de la naturaleza. Una sociedad más ordenada, con instituciones como las compañías de seguros, evita por lo general los lugares más peligrosos. Una sociedad rica permite construir unas edificaciones más resistentes e incluso especialmente preparadas para tales eventos. Ofrece infraestructuras que permiten evacuaciones masivas eficaces, para una población que cuenta con los medios privados de transporte necesarios. Y tiene la capacidad de atender a los heridos y afectados. Una razón más para acordarnos de lo positiva que es la creación de riqueza cuando quienes, falsamente escudados en objetivos loables como la conservación del medio ambiente u otros, lanzan auténticas diatribas contra el progreso y el desarrollo.