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¿Tiene arreglo lo de Bono?

Lo peor que se le puede hacer a un político obsesionado con su imagen es nombrarle ministro de Defensa. Es esta una cartera un tanto gris, no demasiado popular entre una parte de la población y con el gasto siempre contenido al mínimo para no dar que hablar. Zapatero puso a su antiguo rival al frente de ese ministerio quizá porque quería desactivarle y aprovechar su tirón patriotero en la zona templada del electorado socialista. Hasta aquí todo perfecto, pero Bono es mucho Bono y, haciendo bueno aquello de la cabra tira al monte, se ha propuesto enredar con tonterías todas y cada una de las semanas del año.

Como los asuntos propios de la Defensa no son del agrado del jefe, el ministro ha apadrinado una nueva doctrina en la que la otrora cartera de Defensa se ha transmutado en una suerte de Ministerio de la Paz Perpetua de tintes orwelianos. Porque Bono no sólo prefiere que le maten a matar sino que quiere que desaparezcan de la Constitución los tres artículos de la Constitución que contienen la palabra guerra. Lo de este hombre, definitivamente, no tiene arreglo.  

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