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Todos a la calle

Mercedes Gallizo adopta a los delincuentes, con la superioridad moral que caracteriza al buen progresista, como mascotas a los que dirigir sus políticas de ingeniería social. La razón no es un especial afecto a los criminales, sino el desprecio por la sociedad "burguesa" y las personas normales que en ella desarrollan sus vidas. La función de tratar al delincuente como si fuera la víctima no tiene como objetivo real la reinserción del mismo, sino poder mirar a las personas normales por encima del hombro, al haber quedado demostrado que Gallizo y los suyos se preocupan más por los demás y son, por tanto, superiores moralmente.

El problema de las políticas dirigidas, no al bien común, sino a la autosatisfacción moral de los gobernantes, está en los resultados. Las medidas que propone Gallizo tienen dos consecuencias visibles y evidentes hasta para un niño de teta: pone a más delincuentes en la calle y reduce el precio a pagar por cometer un delito. En resumen, más delitos, que sufrirán especialmente en los barrios más modestos, donde vive la gente a la que se mirará por encima del hombro por pedir que a quienes les roban y agreden se les meta en la cárcel. Izquierda en estado puro.

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