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Tusell y la Monarquía

La prueba infalible para identificar los textos de Javier Tusell es que todos, sin excepción, requieren para poder ser leídos su previa traducción al castellano. Desde esta perspectiva, el estrambote que “el infatigable historiador” publica hoy en El País, es, indudablemente, suyo. Tusell confunde en este artículo la “entomología” con la “etnología”, habla de “motores que guían” (hasta hoy los motores se limitaban a ser un elemento impulsor), pontifica sobre criterios muy poco “compartibles” y acaba mezclando niveles de audiencia con “número de decibelios”.
 
Pero aún más que la sintaxis del idioma castellano, es la propia institución monárquica la que debe ponerse en sobreaviso tras la publicación de este artículo, pues la gafancia de Javier Tusell no es algo para ser tomado a chufla. Todas y cada una de las empresas intelectuales o políticas que ha apoyado Don Javier han terminado en catástrofe. La incipiente democracia cristiana, la UCD, la coalición AP-PDP-Ul, el PDP en solitario y finalmente el CDS acabaron sucumbiendo al maléfico influjo tuselliano con el resultado por todos conocido. La última cabellera se la arrancó a la invencible URSS, a la que auguró un milenio más de vida en su libro “La URSS y la Perestroika vista desde España”, publicado tres meses antes de que el Muro de Berlín se viniera estrepitosamente abajo. Hoy, además, su tendencia al masoquismo y su condición ancilar le llevan a arremeter contra nuestro editor y la cadena COPE.  La Casa Real debería empezar a preocuparse por estas efusiones. Miren el grupo PRISA, que desde que abrió sus puertas a las sesudas cogitaciones de Tusell no gana para exclusivas frustradas.

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