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Un curso político decisivo

José Luis Rodríguez Zapatero lleva más de quince meses de equilibrismo político. Ha sabido esconder eficazmente los valores que pudiera albergar, tras una sonrisa y una apelación al buen talante, que en cualquier caso está dispuesto a desmentir a la primera ocasión. Libre de las incómodas ataduras de las convicciones, no ha tenido ningún problema en prometer a sus socios de gobierno lo que éstos desean. Ni la Constitución, ni las convenciones más arraigadas de la corta historia democrática española le han detenido. Pero ha llegado el momento en el que tiene que empezar a tomar decisiones de verdad. Ya no puede recurrir a medidas espectaculares y cara a la galería como la retirada de las tropas de Irak o la mal concebida ley de matrimonio de los homosexuales.

Pero el Partido Popular no puede esperar a ver cómo el gobierno bien continúa en la inacción, bien comienza a contentar a unos para enfrentarse a otros. El 12 de septiembre reúne a su junta directiva para tratar del sentido que dará a la oposición en un curso político especialmente relevante. Hay un posible camino que ya conocemos. En el asunto de los 17 militares españoles muertos en Afganistán se ha limitado a justificarse por lo del Yakovlev 42 y ha renunciado conscientemente a hacer una verdadera oposición. Deberá ofrecer verdaderas alternativas políticas al actual Ejecutivo y deberá asumir la responsabilidad que le toca como principal partido de la oposición. No puede esperar a heredar el poder si no se gana la confianza de los votantes por méritos propios.

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