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José García Domínguez

La bullanga de Mas

Precisamente eso, la liturgia escénica de una inminente confrontación civil, andaban reclamando los mercados internacionales de deuda a fin de sosegarse y recuperar la ansiada confianza.

Parece que aún no era suficiente con elevar a un pícaro sevillano, ese robaperas de Gordillo, a icono planetario de la marca España merced a la devoción circense de los cráneos privilegiados de la Prensa. Así que ahí están los catalanistas, prestos a echar una mano para que la imagen de república bananera asociada a la Península se instale definitivamente en todas las retinas de Occidente. Ni cortos ni perezosos, y con ocasión de la tradicional romería del 11 de Septiembre, ya anuncian que van a hacer lo que mejor saben: montar otra bullanga secesionista en las calles de Barcelona, esta vez presidida por las máximas autoridades civiles de la plaza.

Que precisamente eso, la liturgia escénica de una inminente confrontación civil, andaban reclamando los mercados internacionales de deuda a fin de sosegarse y recuperar la ansiada confianza. Tal será, pues, la contribución de Mas en agradecimiento a los cinco mil millones que el Gobierno distraerá de otros usos urgentes al objeto de que pueda amortizar sus bonos patrióticos. "Fingen peligros que no existen y crean conflictos imaginarios. Nuestros políticos necesitan estas agitaciones porque no saben hacer otra cosa", escribiría en su diario íntimo Amadeu Hurtado, el abogado de la Generalitat cuando lo del 34, días antes de la sublevación de aquel pobre hombre, Companys.

El mismo Hurtado que retrata de tal guisa a Macià, otro de tantos iluminados que han sentado sus reales en la Plaza de San Jaime: "No sabía nada de nada y daba miedo escucharle hablar de los problemas de gobierno porque no tenía ni la más elemental noción; pero el arte de hacer agitación y de amenazar hasta el límite justo para poder retroceder a tiempo, lo conocía tan bien como Cambó". Con semejante historial clínico, se entiende que Mas no quiera ser menos. Aunque el órdago del pacto fiscal suponga un viaje a ninguna parte, otra coartada para seguir aplazando sine die la cita con la realidad. Pero no todos están locos. Como el Dinero (con mayúscula), que, cobarde según acostumbra, comienza a bajarse del barco discretamente. Léase, si no, el informe último del Círculo de Economía, genuino sanedrín de las cien familias. Igualito que sus abuelos, tampoco ellos dudarán nunca entre la pàtria y el patrimonio. ¡Jamás!

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