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La criada nos ha salido respondona

Si algo cabe detectar en las filas nacionalistas en las últimas semanas es desconcierto. Pero no porque el estado haya hecho tímidos intentos de recuperar la vigencia del orden constitucional, aplicando un 155 light; eso entraba dentro de sus previsiones. El desconcierto tampoco se debe a la respuesta judicial; según pasan los días, ya vemos que la presión penal sobre los golpistas se va relajando y todos ellos estarán, probablemente, en libertad antes de que comience la campaña electoral.

Si están sorprendidos por algo es por la emergencia de una Cataluña que ni siquiera imaginaban: la de la mayoría castellanohablante y no nacionalista, que ha salido del armario con una fuerza insospechada.

No es solo que los silenciados, los ignorados, los humillados… hayan protagonizado dos manifestaciones multitudinarias en Barcelona. Es que al lado de esas dos, se han celebrado numerosas otras movilizaciones en distintos pueblos y ciudades catalanes, convocadas a través de las redes sociales. Casi no hay día en que no haya una u otra concentración al abrigo de banderas españolas y señeras. Y por primera vez hemos visto imágenes de catalanes plantando físicamente cara a los huelguistas que cortaban las carreteras o trataban de impedir el paso a las universidades. La ola de españolismo recorre Cataluña a la misma velocidad a la que disminuye la movilización en las convocatorias separatistas.

Como digo, eso es lo que ha sorprendido a los separatistas. Llevan tantos años manipulando la realidad, que se habían convencido sinceramente de que el catalán no nacionalista era una especie de invertebrado, una masa informe que, si no apoyaba la independencia, al menos no iba a representar un obstáculo oponiéndose.

Para el separatismo, movimiento profundamente clasista, el castellanohablante no nacionalista es ese jardinero que la gente de bien contrata para que le adecente los geranios. O el obrero de fábrica que tanto tiene que agradecer al industrioso burgués catalán, tan emprendedor. O el camarero descendiente de extremeños, que tanto se alegra de estar por fin en Europa y no en esa tierra de sus antepasados, llena de piojos, miseria y boinas. Si creen que exagero, echen un vistazo a ese impagable vídeo de Pujol, de hace no tantos años, hablando de las Jennifer, las "chonis castellanohablantes de Castefa".

Y de repente comprueban con sorpresa los separatistas que la criada les ha salido respondona y se echa a la calle con sus banderas españolas y cantando el himno español. Y no solo se atreven a manifestarse en días en los que el servicio no suele salir a pasear, sino que son muchos: una plebe vociferante que parece no agradecer nada la oportunidad de servir a unos señores tan elegantes y distinguidos.

Y el caso es que ese movimiento escapa al control de los partidos tradicionales. Los gritos a Borrell de "¡Puigdemont a prisión!" en la última macromanifestación ilustran que la gente piensa por sí misma. Y tiene muy claro que con los delincuentes no se negocia; se los encarcela. Y no está dispuesta a dejarse apacentar por aquellos a los que les gustaría resolver el problema en los despachos, llegando a un pacto de uno u otro tipo con los separatistas.

La Cataluña no nacionalista no solo existe, sino que está conquistando la calle, en una especie de movilización permanente y espontánea. Y los partidos van actualmente a rebufo de la calle. Y ese es, quizá, el mayor factor de incertidumbre, pero también de esperanza.

Si esa Cataluña mayoritaria y sensata vuelve a su silencio, triunfará de nuevo la componenda. Si continúa elevando su voz, no habrá forma humana de parar el cambio en Cataluña. Un cambio que no es meramente electoral, sino que va a representar una auténtica revolución en las estructuras sociales y de poder en Cataluña. Porque la mayoría silenciada están empezando a reclamar lo que es suyo.

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