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La emperatriz prostituta

El tema de las fuentes históricas resulta muy complicado. Imaginen que, con el correr del tiempo, solo sobreviviera un puñado de libros de nuestra época y que sobre España solo quedara uno. En ese caso, la idea que los historiadores del futuro se harían sobre la España de hoy dependería casi totalmente de cuál fuera ese único libro superviviente.

Por ejemplo, si ese único libro superviviente fueran las memorias de José Bono, los historiadores del futuro tendrían una visión muy parcial de lo que fue la España de principios del siglo XXI. Igual que tendrían una visión muy parcial, pero completamente distinta, si el único libro que sobreviviera fueran las memorias de José María Aznar. O de Pedro J. Ramírez. O de Juan Luis Cebrián. O de Federico Jiménez Losantos.

Imaginen esa situación: estamos dentro de 2000 años y los historiadores de entonces tratan de descifrar cómo era la España de hoy, contando tan solo con un único libro de la época y con algunas crónicas escritas 100, 200 o 300 años después de los hechos. Lo único que podrían hacer esos historiadores es aproximarse un poco a lo que en realidad es hoy España.

Bueno, pues eso mismo es lo que nos pasa con muchos períodos históricos. Tomemos, por ejemplo, a Teodora, mujer del emperador bizantino Justiniano I. Los datos que tenemos sobre ella provienen de solo dos fuentes contemporáneas: los historiadores Procopio y Juan de Éfeso. Todas las demás son crónicas muy posteriores a los hechos. Para colmo, Procopio dejó escritas tres obras y resulta que dos de ellas son enormemente elogiosas hacia Justiniano y su mujer, mientras que la tercera es un ataque inmisericorde contra los dos. No solo resulta que no tenemos más que dos autores contemporáneos de Teodora, sino que encima uno de ellos se contradice a sí mismo.

Con esos mimbres, el retrato que podemos componer de Teodora es que trabajó de joven, no se sabe si como prostituta en un burdel o como simple bailarina de estriptis. Sea como sea, el caso es que no trabajaba en un puesto muy recomendable para una futura emperatriz. A pesar de ello, Justiniano la hizo primero su amante y luego se casó con ella a los 43 años, cuando Teodora contaba solo 25. Si se pudo casar con aquella mujer, a pesar de su baja extracción social y de su pasado turbulento, fue gracias a una reforma legal aprobada por el anterior emperador, que era tío de Justiniano.

Teodora fue una mujer de enorme carácter e influencia y es considerada santa por la Iglesia Ortodoxa. Buena parte de su labor estuvo orientada a mejorar la posición de las mujeres en la sociedad bizantina, y por eso se la considera una de las primeras feministas de la Historia: luchó contra lo que hoy llamaríamos "trata de blancas", prohibiendo la prostitución forzosa; creó conventos de acogida para ex-prostitutas; instauró la pena de muerte para los delitos de violación; prohibió la ejecución de adúlteras; mejoró el tratamiento legal de las mujeres en cuanto a la propiedad de bienes, la custodia de los hijos y los derechos en caso de divorcio; prohibió el abandono de niños no deseados...

Se puede intuir que esa preocupación de Teodora por mejorar los derechos de la mujer, y en especial los de las más golpeadas por la vida, pudo deberse precisamente a sus propias experiencias. Quizá su lucha por librar a las mujeres de la prostitución se deba a que, en efecto, no fue solo una simple bailarina en su juventud, sino una prostituta ella misma, como señala Procopio en uno de sus tres libros (¡aunque no en los otros dos!).

En cualquier caso, nunca sabremos la verdad. Nunca sabremos si fue prostituta o solo bailarina. Pero da igual, porque la "verdad" histórica no existe: la historia antigua es una película de la que solo nos es permitido ver unos cuantos fotogramas. Lo máximo que podemos hacer es imaginar a partir de esos retazos cómo era la película completa. Y siempre cometeremos el error de proyectar nuestras propias vivencias, inquietudes y opiniones en esa reconstrucción que hagamos.

Sea como sea, de lo que no cabe duda es de que la figura de Teodora fue sobresaliente. Y de que fue una de esas personas escogidas a las que les cabe el privilegio de haber dejado a su muerte un mundo un poco mejor que el que se encontraron al nacer.

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