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Luces y sombras del 20-D

No hace una semana de las elecciones y ya parece que hubieran pasado meses, tantos han sido los cambios en el panorama y tan rápidos van los acontecimientos.

Permítanme que repase los aspectos positivos y negativos de unas elecciones que han alterado de forma irremediable el panorama político.

En el lado positivo tenemos la quiebra del bipartidismo: PP y PSOE pierden 5 millones de votos y 83 escaños. Ya apenas representan el 50% del voto popular. Eso ha transformado el panorama, que ahora se juega a cuatro bandas. La consecuencia inmediata es que todos los principales partidos van a tener que redoblar sus esfuerzos para seducir a unos electores que cada vez tienen más opciones entre las que elegir. Lo cual quiere decir que salen ganando los votantes y la propia democracia española.

En el lado negativo, esa quiebra del bipartidismo se produce en parte gracias al ascenso de Podemos, un partido radical y populista, lo que llevará el debate político a terrenos que podrían dificultar la recuperación económica.

En el lado positivo, ese mismo ascenso de Podemos hará que al PP y al PSOE le resulte mucho más difícil, a partir de ahora, cargar el peso del ajuste sobre la gente de a pie. Si se quiere cumplir con las medidas de recorte impuestas desde Bruselas, tendrá que hacerse más hincapié en atajar la corrupción y el despilfarro.

En el lado negativo, el mal resultado de Ciudadanos ha sido, quizá, el gran fiasco de estas elecciones, por lo inesperado. Los 40 escaños cosechados saben a muy poco, si los comparamos con las predicciones, y el quinto puesto obtenido en Cataluña representa un auténtico jarro de agua fría. Dada la debilidad de su estructura territorial, Ciudadanos es, en estos momentos, enormemente vulnerable, así que está por ver si conseguirá recuperarse del palo recibido.

En el lado positivo, por fin tenemos un partido bisagra no nacionalista: si Ciudadanos logra resistir el embate, ayudaría a aliviar la presión centrífuga que los nacionalistas han venido introduciendo permanentemente en la política española.

También en el lado positivo, estas elecciones han mostrado una absorción del nacionalismo vasco radical por parte de Podemos: es una excelente noticia que el nacionalismo desaparezca de Navarra y que Bildu pierda en el País Vasco un tercio de sus votos y dos de cada tres escaños, gracias al ascenso de Podemos.

En el lado negativo, el de Pablo Iglesias no es un partido separatista, pero tampoco es un partido nacional en sentido estricto, puesto que sus dirigentes tienen un grave problema con el propio concepto de España y se mueven en una peligrosa ambigüedad en el terreno de la estructura del estado. Para más inri, sus pactos con organizaciones de la izquierda nacionalista radical condicionan en buena medida sus planteamientos políticos. Hasta las propias reivindicaciones de carácter social corren el riesgo de verse supeditadas a planteamientos claramente retrógrados, como el de que las regiones ricas puedan separarse unilateralmente de las que no lo son tanto.

En el lado positivo, también se ha producido un claro sorpasso al nacionalismo catalán por parte de Podemos, lo que viene a complicar más aún el panorama a un partido, CiU, que está a punto de desaparecer, y a un dirigente, Artur Mas, que no parece tener ya ningún futuro. De nuevo, la ambigüedad de Podemos en el tema territorial no permite echar las campanas al vuelo, pero no cabe duda de que constituye un avance que las elecciones las gane alguien que quiere promover referendos en el marco de la legalidad, y no alguien que plantea directamente la desobediencia de las leyes.

En el lado negativo, ni Vox ni UPyD tendrán representación parlamentaria, lo que quiere decir que no habrá nadie en el Congreso que encarne los postulados ideológicos tradicionales del PP, ni tampoco habrá nadie que abandere la lucha contra la corrupción, ni la causa de una izquierda moderada de carácter nacional. Malas noticias para todos.

En fin, como pueden ver ustedes, se trata de un resultado con sus luces y sus sombras, con sus riesgos y sus oportunidades. Pero de lo que no cabe duda es de que se trata de un escenario diferente: las cosas en España han cambiado. El panorama se ha abierto.

Tendremos que hacer frente a un montón de problemas, por supuesto que sí. Y tendremos que cruzar muchos precipicios. Nada que merezca la pena resulta sencillo. Pero ahora tenemos, por lo menos, la oportunidad de ir hacia alguna parte, y de abandonar el pantano de aguas estancadas en que se había convertido la política española.

Preparen sus enseres, porque nos vamos en busca de una tierra mejor, de una verdadera democracia.

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