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Marchas de la indignidad

Hoy recorrerán Madrid diversas marchas venidas desde distintos puntos de España, con el supuesto objetivo de protestar, entre otras cosas, contra los recortes, contra la corrupción y contra el pago de la deuda.

Volveremos, pues, a asistir hoy a un esperpento más de ese movimiento que se ha dado en llamar el 15M, movimiento de protesta al que le cabe el dudoso honor de haber conseguido convocar a solo 6.000 personas en su último acto delante del Congreso de los Diputados, en un país que cuenta con casi 6 millones de parados.

Pero, en esta ocasión, al esperpento se le suma el insulto, por el nombre elegido para las marchas. Porque los organizadores han decidido llamar a estas manifestaciones "Marchas de la Dignidad".

¿Marchas de la dignidad?

¿Qué dignidad tienen los sindicalistas que llevan toda su vida viviendo de nuestros impuestos, y que ahora fingen que protestan contra la pobreza en que ellos y otros como ellos nos han sumido?

¿Qué dignidad tienen los artistas que se han hecho millonarios a base de subvenciones públicas, y que ahora se manifiestan contra los recortes a los que esas y otras subvenciones nos han abocado?

¿Qué dignidad tienen los cargos públicos locales o autonómicos que han llenado la administración de enchufados y amiguetes, y que ahora dicen que se manifiestan contra la corrupción que ellos y otros como ellos representan mejor que nadie?

¿Qué dignidad tienen partidos como Izquierda Unida, cuyos representantes se sentaban en los consejos de administración de las cajas de ahorros quebradas, y que ahora se manifiestan contra el pago de la deuda que ellos y otros como ellos han generado?

Quitando los cuatro despistados que acudirán de buena fe a manifestarse, en esas marchas no hay nada de dignidad, y sí mucho indigno.

La dignidad se perdió el día en que los sindicatos se transformaron en máquinas de extraer dinero de las ubres del estado. Se perdió el día en que la labor de creación artística dejó paso al chollo. Se perdió el día en que los representantes electos transformaron la función pública en una macroagencia de colocación privada. Se perdió el día en que los partidos de izquierda empezaron a trufarse de nuevos ricos, que viven de fingir que representan a los más desfavorecidos.

¿Marchas de la dignidad? La dignidad está en otra parte, oiga. La dignidad está en las personas que acuden a escondidas a los comedores sociales a recoger una bolsa de alimentos para sus hijos. La dignidad está en los voluntarios que les atienden. La dignidad está en los consumidores que cambian de marca de leche por un mísero céntimo de euro para poder llegar a fin de mes, y en los comerciantes que les atienden y que pelean hasta la extenuación para no despedir a su último empleado. La dignidad está en los abuelos que consumen sus últimos ahorros para ayudar a sus hijos en paro, y en los universitarios que se van a trabajar de camarero a Inglaterra para poder ayudar en casa, o al menos para no ser una carga.

La dignidad está en los taxistas que trabajan 16 horas al día mientras ustedes se tocan el mondongo y agitan banderitas cubanas. La dignidad está en las mujeres a las que los ladrones de la casta, como ustedes, han empujado a la prostitución por pura necesidad. La dignidad está en los inmigrantes que conservan el trabajo y logran enviar un poco de dinero a su familia, al otro lado del charco. La dignidad está en los españoles que ahora viven en pisos patera, mientras ustedes, los de la Casta, miran a ver qué chollete se podría montar con las viviendas vacías y los bancos malos.

Ustedes, y el gobierno que ustedes dicen que es su adversario, nos han llevado de la manita a la más pura ruina. Y mientras que el gobierno les sigue subvencionando a ustedes y finge escandalizarse porque ustedes se manifiestan, ustedes se manifiestan para fingir que protestan contra el gobierno que les subvenciona.

¿Dignidad? Permítanme que les diga que dignidad es lo que tienen los ciudadanos que siguen aguantando a pie firme, venciendo la tentación de quemar las instituciones con todos ustedes dentro.

Lo de ustedes no es dignidad, sino otra cosa.

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