Por fin un poco de lógica electoral
En las últimas elecciones generales, la suma de votos del PSOE, Podemos y separatistas diversos alcanzó el 50%. A fecha de hoy, todas las encuestas dan a ese frente una caída de entre 3 y 5 puntos. De lo que pierde Podemos, solo una parte va al PSOE.
En consecuencia, permítanme enunciar un primer hecho: Sánchez no puede aspirar, con unas nuevas elecciones, a ampliar su actual mayoría. De hecho, lo más probable es que la pierda.
Permítanme también enunciar un segundo hecho: Sánchez no estaba obligado a convocar elecciones. Que le tumben los presupuestos solo implica la necesidad de prorrogar los anteriores. No necesitaba disolver las Cortes y podría perfectamente haberse atrincherado en Moncloa hasta 2020.
En consecuencia, si no estaba obligado a convocar elecciones y si tampoco tiene posibilidades de mejorar la situación electoral de su actual mayoría, la única conclusión lógica es que Sánchez convoca porque la decisión de convocar era menos mala que intentar resistir en Moncloa.
¿Y por qué era malo intentar resistir en Moncloa? ¿Qué hubiera pasado si Sánchez decide continuar, a pesar de todo, al frente del gobierno? Por un lado, que el PSOE habría quedado laminado en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. No es descartable que eso haya forzado una presión interna en el PSOE en favor de dar por concluida la legislatura. Si para que Sánchez continúe en Moncloa hay que perder todo el poder autonómico y local, el PSOE desaparece. Parece lógico pensar que son sus propios compañeros de partido los que han obligado a Sánchez a dar un paso, el de disolver las Cortes, que Sánchez no quería dar.
Por otro lado, las encuestas conocidas desde las últimas elecciones andaluzas muestran un trasvase continuo de votos desde Ciudadanos a PP y desde PP a Vox, por lo que el paso del tiempo beneficia a Santiago Abascal, consolida a Pablo Casado y perjudica a Albert Rivera, lo que va alejando progresivamente la posibilidad de un futuro pacto entre PSOE y Ciudadanos. No es descartable, por tanto, que el adelanto electoral obedezca también al deseo de intentar un posible gobierno PSOE-Ciudadanos antes de que sea demasiado tarde.
Sea como sea, la convocatoria de elecciones es el primer movimiento inteligente que hace el PSOE en mucho tiempo: se libra del abrazo del oso de los separatistas, puede tratar de conservar una parte del poder autonómico y local y, finalmente, puede tratar de formar un gobierno con Ciudadanos, incluso aunque eso signifique sacrificar a Pedro Sánchez.
Aunque el que sea un movimiento inteligente no implica que sea una buena jugada. Es, simplemente, la menos mala de las jugadas disponibles. Salvo que todos los sondeos se equivoquen y el PSOE obtenga un resultado mucho mejor de lo esperado, la actual coalición frankenstein es imposible de repetir. Y resulta también muy improbable, aunque no descartable del todo, que PSOE y Ciudadanos sumen 176 diputados. Sí parece más factible conservar, con ayuda de Podemos o de Ciudadanos, algunas de las autonomías y ayuntamientos que el PSOE gobierna, pero eso será todo.
Todos los indicios parecen apuntar a que nos aproximamos a una reedición del pacto a la andaluza, pero esta vez en Moncloa. Aunque la situación política está cambiando a tal velocidad, que resulta arriesgado atreverse a predecir el futuro. Para empezar, es posible que algunos asuntos candentes de política internacional interfieran, y mucho, con la situación española.
En cualquier caso, empieza el espectáculo.