
Crítica: 'Kick Ass 2: con un par'
El autor escocés Mark Millar es uno de los principales proveedores de viñetas superheroicas de todo el panorama editorial. Hace poco tiempo creó su propio sello independiente y lo inauguró con Kick Ass, un cómic desatado, cómico y violento, en el que chavales comunes decidían enfundarse las mallas y lanzarse a las calles imitando a sus modelos ficcionales con capa y poderes... y de paso encajar unas cuantas palizas. La historia tuvo una adecuada -e inmediata- traslación al cine de la mano del británico Matthew Vaughn, que entendió que la ironía y la desmitificación del invento no tenía por qué cuestionar el modelo de relato heroico (un año después, Vaughn firmaría la excelente X-Men: Primera Generación), planteando una interesante iteración de bajo presupuesto de las grandes producciones Marvel.
La secuela Kick Ass 2 -también basada casi al pie de la letra en un cómic de Millar- abunda en la misma línea, conservando parte del toque de la primera entrega por mucho que sufra por un cambio de director que resta enteros. Jeff Wadlow carece del nervio y elegancia de Vaughn en las escenas de acción, que a diferencia de la anterior no tienen interés por sí mismas, y tampoco sabe hacer fluir la trama principal del filme, de modo que en el tránsito de la viñeta al celuloide la película se las ve y se las desea para mantener el equilibrio. Las apariciones de Jim Carrey y John Leguizamo son testimoniales, la violencia no resulta especialmente imaginativa y la cháchara destinada a rellenar los huecos entre viñetas apenas pasa de funcional. También da la impresión de que existen problemas con el clímax de la historia, precipitado y chapuzas como pocos, por no mencionar que el propio personaje de Kick Ass, pese a ser el narrador de la historia, queda más y más marginado según transcurre el largometraje.
No obstante, y a pesar de estos muchos pesares, Kick Ass 2 acierta y bastante en lo más dificil, dando verdadera continuidad a las verdaderas fuerzas motrices del invento y encontrando la manera de continuar el conflicto de cada una de sus criaturas. Wadlow retrata bien las pulsiones internas de Hit Girl, añade sátira por un tubo -la subtrama con las animadoras no tiene precio- y a la vez consigue ensalzar de nuevo el idealismo nerd que subyace tras la sucesión de palizas y defunciones. De alguna manera, la deslabazada sucesión de escenas de Kick Ass 2 consigue alejarse del mero trayecto heroico para transmitir una problemática adolescente más oscura y salvaje, plasmada además en toda su dignidad y aprensión. Ni Hit Girl NI Kick Ass tienen problema alguno con su alter-ego en mallas, sino que se debaten entre asumir esa misma, su propia identidad, frente a la que las generaciones previas tenían planeadas para ellos, pagando un precio demasiado alto... pero sin perder el optimismo.
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