La Unión Europea se amplía con la incorporación de países con una renta en torno a la mitad de la Europa de los 15. Quienes ya son contribuyentes netos de esta UE no quieren que su factura se dispare, de modo que piden que el presupuesto comunitario, que en la actualidad supone un 1,14% de la Renta Bruta europea, se rebaje a en torno al uno por ciento. Parece que en esta negociación la discusión gire en torno al cheque británico. Se ha aireado por dos motivos, la presidencia de la UE es británica y la primera propuesta de Tony Blair, que suponía una rebaja sustancial del presupuesto comunitario, ha levantado ampollas.

El cheque británico. ¿De cuánto hablamos? De alrededor de 5.400 millones de euros, que es la cantidad que se les devolvió el pasado ejercicio, sobre lo que habían pagado inicialmente. Puede parecer una cifra abultada, pero se queda en nada al compararlo con la Política Agraria Común (PAC), que supone en torno al 41 por ciento del presupuesto de la Unión Europea (que de 2007 a 2013 superará los 0,8 billones de euros), y que bien podría llamarse Política Agraria Francesa, viendo quién es su principal beneficiario, que recibe al año 9.400 millones.

La PAC subvenciona la producción agrícola, parte de la cual se tiene que tirar porque no tiene salida al mercado. O directamente se quema, como el famoso lino que producían algunas fincas castellanas. Era más barato quemar el lino después de haber sido cosechado para recibir las ayudas de la PAC que sacarlo al mercado. ¿Y todavía hablamos del cheque británico? ¿No habrá que plantearse la misma existencia de la PAC?