Ante la decisión de eliminar a los terroristas vascos del tablero político y democrático, el PNV pudo decidir. Pudo convertirse en un partido que uniera a todos los vascos, al no tener que luchar por los votos más radicales, ahora huérfanos, o pudo radicalizarse para aprovecharse de esos votos, confiando en no perder a los nacionalistas moderados. Del mismo modo que el PSOE de Zapatero ha decidido recurrir a la extrema izquierda, el PNV escogió esta última vía.

Las últimas actividades de Ibarretxe no hacen más que confirmar que el cálculo electoral y el órdago echado a la mitad con escolta de los vascos es su única guía política. Cada día es, por tanto, más difícil calificar de democrático al nacionalismo fundado por el racista Sabino Arana. Ellos son los que han escogido colocarse con los verdugos. Que luego no se quejen de que tomamos nota.