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EDITORIAL

Hubo y hay violencia

La propia idea de construir una nación que no existe forzando a toda una sociedad a ser lo que no es sólo puede ser vista como una forma particularmente dañina y agresiva de violencia.

No ha podido elegir peor día Jordi Sánchez para afirmar ante el Tribunal Supremo que no hubo violencia en el asalto a Consejería de Economía del 20 de septiembre de 2017. Y es que mientras el expresidente de la ANC mentía desde el banquillo, en Cataluña se volvía a constatar que el separatismo no sólo es violento, en contra de todo lo que proclama, sino que no puede ser otra cosa que violento, tal y como lo fue en aquella nefasta jornada.

Porque, aunque haya sido un fracaso monumental, la huelga general que este jueves ha tenido lugar en Cataluña ha sido una muestra de la verdadera naturaleza violenta del nacionalismo. En primer lugar, por los propios convocantes: un sindicato presidido por un terrorista condenado, una Administración entregada al delito, grupos de delincuentes dedicados a la intimidación y las acciones de fuerza… En segundo porque, tal y como ha quedado en evidencia en las carreteras y las calles del Principado, lo único que logra una movilización con cierto impacto en este tipo de convocatorias es la imposición de gestos violentos. Métodos de presión que no son una novedad incorporada al modo de hacer separatista por el procés: la estigmatización del discrepante, la presión social, educativa y cultural o la persecución lingüística han sido piezas clave de un proyecto que quiere imponerse y sólo puede imponerse por medio de la intimidación.

Es más: la propia idea de construir una nación que no existe forzando a toda una sociedad a ser lo que no es sólo puede ser vista como una forma particularmente dañina y agresiva de violencia, aunque no se ejerza a golpes o tiros, métodos que tampoco son ajenos a la historia del nacionalismo catalán, no hay que olvidarlo.

Comprender, y explicar, que esta violencia está en la base del separatismo es esencial para desbaratar su desafío al Estado de Derecho. Como lo es que la Ley caiga con todo su peso sobre quienes andan jugando con el fuego del guerracivilismo, sin que la mediaticen o desactiven pactos indignos y profundamente desleales a la Nación fraguados en sórdidos despachos.

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