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La ruina de Rufián

Que una frase sea cierta no exime a quien la pronuncia de quedar como un falsario. Déjenme ponerles un ejemplo: imaginen que a Bill Gates le pillan robando un foulard de caballero en unos grandes almacenes y que, al interrogarle un periodista por los hechos, Bill Gates le contesta: "Casi todos los que somos padres haríamos lo que fuera, incluso robar, para llevar un mendrugo de pan a nuestros hijos".

La frase es cierta, qué duda cabe. ¿Qué padre que se precie no estaría dispuesto incluso a robar para dar de comer a sus hijos hambrientos, si no le quedara más alternativa que esa para alimentarlos?

Y sin embargo, siendo cierta la frase, resultaría ridícula y mentirosa en boca de ese millonario americano. Primero, porque siendo millonario a sus hijos no les falta el pan. Segundo, porque aunque no fuera millonario, vive en un Occidente donde la gente puede morir de muchas cosas, pero de hambre es difícil. Y tercero, porque le pillaron robando un foulard de caballero que probablemente se le habría antojado, no un mendrugo de pan para sus desnutridos hijos.

El otro día, circularon por Internet unas declaraciones televisivas de hace un par de años de Gabriel Rufián, actual diputado de ERC. En aquella entrevista, Gabriel Rufián, que aun no era diputado pero optaba precisamente a serlo, decía una frase curiosa: "Se nos acerca gente de abajo, gente muy humilde, que nos dice: ‘Yo no tengo absolutamente nada que dar a mis hijos o a mis nietos; lo único que les quiero dar es el país que siempre he querido tener.’ Es gente que te dice que le da igual que Cataluña sea el doble de pobre al día siguiente [de la independència]. Lo que quiere es ser."

Como en el ejemplo con el que empezaba el editorial, se trata de una frase curiosa. En sí misma es cierta, qué duda cabe: cuando hablas de la independencia de un pueblo oprimido, las consideraciones económicas no importan. Dudo de que ninguno de los guerrilleros que combatieron a los franceses en 1808 hiciera cálculos económicos de cuánto perjuicio iba a causarles esa lucha. Si arriesgas hasta tu vida para librarte de la opresión, ¿cómo va a importarte, ni poco ni mucho, arriesgar tu fortuna, sea la que sea? Si España estuviera hoy en día colonizada y oprimida por una potencia extranjera, a mi tampoco me importarían nada las consecuencias económicas de luchar por la independencia. Primero, la libertad. Una vez conseguida, ya veremos cómo nos apañamos.

Y sin embargo, siendo cierto el fondo de la frase, nos sirve muy bien para ilustrar dos de las falsedades en que los separatistas han asentado su discurso estos últimos años.

La primera de esas falsedades concierne a los sacrificados. Ya hemos visto que los dirigentes separatistas no tienen empacho en decir que les da igual que las empresas se marchen, que el turismo se resienta, que haya gente que se quede sin trabajo… Es lógico que digan eso: ellos no pierden nunca. Aunque el turismo se hunda, aunque las empresas huyan en masa, aunque el desempleo se dispare, los dirigentes separatistas seguirán cobrando, porque viven del presupuesto público. Cataluña está técnicamente quebrada hace tiempo, pero Rufián y Tardá no han dejado de cobrar su sueldo de diputado en Madrid; y sus compañeros de filas siguen pastando de las praderas de dinero público desde sus puestos de diputado autonómico, de concejal, de cargo de libre designación o de mamandurriero diverso. Y si por seguir con su desafío Cataluña se hunde todavía más, todos ellos seguirán recibiendo su cheque a fin de mes. No hay nada más seguro que apostarse el bienestar de los demás: si aciertas, te llevas el premio; si no aciertas, quienes pierden son el trabajador que ve que su empresa cierra o el dueño de hotel que se traga las habitaciones vacías, no tu.

La segunda de las falsedades concierne a la supuesta opresión. Lo de "No nos importa arruinarnos con tal de conseguir la independencia" resulta heroico y admirable en boca de un pueblo oprimido y explotado. Pero en boca de los acomodados dirigentes políticos de una región rica y mimada, es a la vez hiriente y ridículo. Para entender por qué, imaginen a un dirigente de un partido alemán diciendo "A los alemanes del Oeste no nos importa arruinarnos con tal de conseguir la independencia de esos empobrecidos länder del Este que tantas ayudas públicas reciben." Eso no se llamaría lucha por la independencia, sino simple egoísmo fiscal.

Y para colmo, es verdad que Cataluña, región mimada por las políticas proteccionistas desde hace siglo y medio, se ha empobrecido en estos últimos años. Desde que se instauró el estado autonómico y los nacionalistas llegaron al poder. Cataluña se ha empobrecido tanto, que el gobierno de España ha tenido que inyectarle decenas de miles de millones de euros a través del FLA. Pero no ha quebrado por culpa de ningún expolio fiscal, sino por la depredación y la codicia de una panda de ladrones que, envueltos en la bandera, se han dedicado a llevárselo crudo con total impunidad. A llevárselo crudo por vías ilegales, en forma de tresporcientos, o por vías legales, en forma de creación de decenas de miles de puestos públicos generosamente pagados y ocupados siempre por personas adeptas a la causa.

"A esos catalanes humildes no les importa que Cataluña se arruine con tal de conseguir la independencia", decía Rufián, disparando siempre con pólvora del rey. Pues bien, ya la habéis arruinado. Sin, por supuesto, conseguir esa independencia imposible y ridícula.

Y yo me pregunto: ¿ahora qué le diréis a esos catalanes humildes, Gabriel?

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