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Sois leyenda

Richard Matheson publicó "Soy leyenda", su novela más famosa, en 1954. En ella se narra la historia de Robert Neville, que es el último hombre sobre la tierra después de que una guerra bacteriológica haya transformado a todos los seres humanos, menos a él, en algo similar a los míticos vampiros: seres que no soportan la luz solar y que, por supuesto, tratan de matar al protagonista.

La vida de ese último hombre muestra un acusado contraste entre el día y la noche. Durante el día, mientras los vampiros duermen, repara las defensas de su mansión, sale a por comida y aprovecha para descansar. Con la puesta de sol, los vampiros salen de su letargo y rodean la casa, intentando entrar en ella para atrapar a Robert. Así que el protagonista se pasa noche tras noche conteniendo la ofensiva. Y desde el principio flota en la mente del lector la sospecha de que algún día no podrá seguir resistiendo.

De "Soy leyenda" se han realizado no menos de cuatro adaptaciones cinematográficas, la última de ellas protagonizada por Will Smith, pero todas ellas son auténtica basura. En todas se pierden por completo la profundidad y el simbolismo de la novela original, que es una verdadera obra maestra. En la protagonizada por Will Smith llegan incluso a cambiar el final, con lo cual la historia pierde todo su sentido.

No he podido evitar acordarme de la novela de Richard Matheson al ver ayer por la mañana cómo decenas de catalanes se acercaban espontáneamente a la comisaría de policía de Vía Laietana para llevar a los agentes flores, bombones, galletas o incluso un jamón cinco jotas, regalos que recibían con sonrisas esos agentes que el día anterior habían vivido 12 horas de cerco y agresiones por parte de los energúmenos separatistas.

Como en "Soy leyenda", los agentes de la policía nacional aprovecharon las horas diurnas para descansar, para recibir afecto, para aprovisionarse y para reparar los desperfectos de la noche anterior. Luego, al caer la tarde, los zombies separatistas volvieron a concentrarse alrededor de la comisaría. Aunque esta vez, afortunadamente, sin incidentes graves.

La verdad es que me conmovió ver el contraste: de un lado, el odio de esa minoría de energúmenos para quienes la comisaría de Vía Laietana se ha convertido en un objetivo a tomar. De otro lado, esa buena gente catalana que acude, venciendo el miedo, a confortar a nuestra policía con agradecimiento.

Y dentro de esa comisaría, los agentes que ven a las hordas congregarse cada día al ponerse el sol y se dedican a resistir una noche más en nombre de todos los españoles.

Compañeros, sois leyenda.

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