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Bocairente, la prueba escrita en roca de que Valencia es mucho más que su costa

La vista de Bocairente que lo acredita como uno de los pueblos más bonitos de la Comunidad Valenciana.
Bocairente en imágenes

Cuando yo era niño todos los viajes entre Madrid y la gran casa de los abuelos -tres de ida y otros tantos de vuelta al año, como mínimo- nos hacían pasar por delante de Bocairente. Ya fuese poco después de emprender la ruta, ya cerca del final, por unos segundos saludábamos la espectacular vista que ofrecía desde la carretera e incluso siendo un niño bastaba con ese breve lapso de tiempo, poco más de un suspiro, para darme cuenta de que no era un pueblo como los demás.

Y sigue sin serlo, tantos años después, cuando el camino a la casa de los abuelos ya no pasa por allí pero vamos de vez en cuando a visitarlo, cámara en ristre y con la mejor actitud viajera, como merece un lugar que si estuviera en un rincón de Sicilia o cerca de la costa Amalfitana, por poner sólo dos ejemplos, llenaría cuentas y cuentas de instagramers con poses bobaliconas.

Pero por suerte para nosotros y quizá por desgracia para los bocairentinos, o no, el pueblo no está en algún lugar glamuroso de Italia sino en las estribaciones de la sierra de Mariola, en la zona montañosa en la que se topan el sur de Valencia y el norte de Alicante, un rincón bastante olvidado pero que a mí me parece hermosísimo, y creo que hablo con objetividad pese a la vinculación familiar y sentimental con la zona.

Sin grandes monumentos (ni falta que hacen)

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Una calle de Bocairente | C.Jordá

Como suele ocurrir en los pueblos de por allí, Bocairente no tiene ningún monumento gigantesco y epatante, pero sí una buena colección de cosas muy interesantes y que valen de verdad la pena, especialmente el propio pueblo y cómo el casco viejo se agarra a una colina de pronunciada pendiente que culmina en la iglesia, que por supuesto ocupa el espacio de una antigua fortaleza musulmana.

Y es que casi diría que milagrosamente, esa vista que les decía que admirábamos cuando era niño sigue tan hermosa como entonces. Les recomiendo no conformarse con el vistazo rápido al pasar: paren junto al cementerio y disfruten de Bocairente en todo su esplendor desde allí.

Para admirar de cerca ese casco viejo hay que cruzar el barranco que permite que la vista sea tan contundente y adentrarse hasta más allá de un pequeño arco que da entrada a la parte más bonita de la villa. Muy cerca está la plaza que tiene una extraña forma de triángulo obtusángulo -sí, confieso que he consultado el hombre en Google- y es algo estrecha y muy alargada, un poco desproporcionada pero con mucho encanto.

Desde arriba domina el conjunto la iglesia o, mejor dicho, su campanario, que se eleva en el punto más alto del pueblo. Si algo tiene la arquitectura de este pequeño templo, de origen gótico pero muy remozado después, es ese estilo barroco muy propio de Valencia, que quizá no sea la cumbre de la arquitectura en Occidente, pero que siempre me ha parecido insobornablemente local, tan de la tierra que me acaba gustando aunque esté lejos de mis cánones estéticos más habituales.

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La iglesia de Bocairente | C.Jordá

Por otro lado, si tienen la oportunidad no dejen de visitar el Museo Parroquial en el que hay una obra muy conocida de Sorolla, precisamente por ser una excepción en su vida: una pintura religiosa- y también de otro de los grandes pintores valencianos de la historia: Juan de Juanes, que vino a morir a Bocairente cuando pintaba un retablo.

En la roca

Una de las peculiaridades que hace tan interesante a Bocairente es su relación con el promontorio rocoso sobre el que se asienta y a cuyas entrañas se ha agarrado de forma literal: no pocas casas, calles y cosas están excavadas en la roca viva.

El caso más llamativo es probablemente la plaza de toros, de respetable tamaño pero con un aspecto realmente rupestre fruto de estar más excavada que construida y también de su antigüedad: acabada a mediados del siglo XIX presume de ser la más antigua de toda la Comunidad Valenciana. Quizá no sea lo que casi todos entendemos por un edificio bonito, pero desde luego es una visita imprescindible.

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Un detalle de la Plaza de Toros | C.Jordá

Más antiguas, más misteriosas y quizá aún más llamativas son las llamadas Covetes dels Moros (Cuevecitas de los Moros), una serie de grutas excavadas en una gran pared de piedra pura justo frente al casco viejo. Son pequeñas estancias con una ventana abierta al precipicio y conectadas entre sí y, aunque no se tiene seguridad absoluta sobre ello, los últimos estudios apuntan a que su nombre popular se corresponde con la historia: serían una especie de almacén comunitario de la época musulmana y se las relaciona con sitios similares en zonas como el Atlas marroquí.

También excavado en la piedra está otro lugar muy recomendable y muy característico de la zona: uno de los gigantescos neveros que se utilizaba para acumular nieve que luego se vendía como hielo, un comercio que era muy habitual entre los pueblos altos y fríos de la sierra de Mariola y la zona costera no tan lejana.

La llamada Cava de San Miguel está en el propio pueblo -hay otras en zonas más elevadas de la montaña- y se puede visitar también. Redonda, profunda y con cierta grandiosidad rural, es una buena metáfora de lo que Bocairente será para muchos de los que lo visiten: un pueblo que les va a gustas por sí mismo, pero quizá aún más cuando lo descubran en una provincia que para tantos es poco más que un lugar de playa, cuando la realidad que su interior está lleno de fantásticas sorpresas.

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