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El barrio judío de Praga es mucho más que un cementerio, pero ¡qué cementerio!

Usado durante siglos y conocido por sus tumbas amontonadas, el Viejo Cementerio Judío de Praga es un lugar realmente especial.
Un paseo por el barrio judío de Praga

Es imposible visitar Praga -ciudad que por fin he conocido, después de tantos años y tantas ganas- y que no te impresionen los tópicos turísticos que han hecho famosa la ciudad: la Plaza de la Ciudad Vieja, el Puente de Carlos, el Reloj Astronómico… Y conste que cuando digo tópico lo hago sin ningún ánimo peyorativo; al contrario: cuando una cosa llega a ser tópica en el mundo de los viajes siempre es por algo.

Sin embargo, ahora que hace ya unos días que he vuelto a Madrid y las diferentes capas de mi viaje se van asentando, quizá lo que más me haya impresionado de la capital checa hayan sido otras dos cosas: el viejo Cementerio Judío, que también está entre lo más conocido de la ciudad, y la Sinagoga de Pinkas. Ambos tienen, curiosamente, una íntima relación con los muertos, lo que no deja de tener algo de paradójico en una Praga que me pareció que está llena de vida.

Un cementerio y un recuerdo

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Lápidas en el antiguo cementerio judío de Praga | C.Jordá

El Antiguo Cementerio Judío de Praga es el icono más conocido -y probablemente más singular- de todo un patrimonio que es simplemente impresionante y que ha llegado a nosotros a través de una colección de sinagogas milagrosamente conservadas y que probablemente sea la más numerosa e interesante de todas las capitales europeas. El barrio judío, llamado Josefov, merece sin duda tiempo y una visita tranquila, con tiempo para aprender y disfrutar.

Pero lo que todo el mundo ha visto en fotografías y reportajes es el espectacular cementerio, con sus capas de tumbas amontonadas y sus lápidas que parecen lanzadas sobre el pequeño terreno al buen tuntún, acumulándose en un desorden se diría que azaroso.

Llegué allí avanzada la tarde: el sol bajo se colaba por un lado como si fueran los focos de un escenario, creando un espectáculo de luces y sombras en el que algunas lápidas brillaban con calidez mientras otros rincones se sumían en una primera oscuridad. Visualmente el espectáculo era maravilloso, mucho mejor de lo que fui capaz de recoger en mis torpes fotografías, pero más allá de lo que se podía ver y fotografiar, la atmósfera del lugar era simplemente alucinante: el misterio, el silencio, la historia de vida y muerte que se acumulaban a mi alrededor me resultaron aún más deslumbrantes que aquellos rayos del último sol del día. No hay muchos lugares tan especiales como el Antiguo Cementerio Judío de Praga, ya no en la capital checa, sino en cualquier otra ciudad de Europa.

Pero eso no es todo: junto al camposanto, la Sinagoga de Pinkas guarda uno de los homenajes a las víctimas del Holocausto más hermosos y sencillos que he visto: en sus paredes blancas líneas y líneas de texto en negro y rojo cuidadosamente pintado a mano nos dicen los nombres de los 80.000 judíos checos asesinados en la Shoá. Una pared y otra y otra, cubiertas todas de pulcras líneas y más líneas, con nombres y más nombres de una lista terrible que se hace infinita. Hermoso, sencillo, sobrecogedor.

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Nombres en las paredes de la Sinagoga de Pinkas | C.Jordá

Sinagogas y museos

Pero no todo está teñido con la emoción de la muerte en el barrio judío de Praga, en el que todavía se puede apreciar la vida judía en las sinagogas de las que les hablaba antes. Las hay, como la Maisel, que se han convertido en un museo en el que se nos cuenta la historia y las historias de la presencia judía en territorio checo, algunas tan interesantes y con un impacto tan global en la cultura mundial como la del Golem.

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La impresiinante Sinagoga Española | C.Jordá

Otras son todavía lugares de culto, aunque afortunadamente están abiertos a las visitas, como la espectacular Sinagoga Española, llamada así por su riquísima decoración en un estilo que podríamos definir como vagamente mudéjar. Española o no, mudéjar o no, les aseguro que si la visitan les dejará con la boca abierta.

Sin embargo, probablemente la más importante es la Sinagoga Vieja-Nueva que debe su contradictorio nombre a que era la más moderna cuando fue construida allá por el siglo XIII, pero hoy en día se ha convertido en la más antigua, no sólo de Praga sino de toda Europa, que sigue usándose para el propósito religioso para el que fue creada.

En un estilo gótico sencillo y elegante, el edificio no es muy grande y cuenta con una única nave que dos grandes columnas centrales dividen por la mitad. Desde luego es mucho más pequeña y mucho menos espectacular que otras de las sinagogas que se pueden ver en el mismo barrio, pero a su indudable valor histórico hay que sumar una capacidad evocadora inigualable: incluso ante la sala vacía uno puede imaginarse el ir y venir de fieles que durante siglos hicieron de ese rincón de Centroeuropa su templo y su hogar y en el que, milagrosamente, sus descendientes aún mantienen encendida la llama de la luz eterna, dando testimonio de la resistencia de un pueblo y, también, de lo especial que es ese pequeño edificio gótico que ha resistido lo irresistible durante unos 750 años.

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