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Pues resulta que volar en Ryanair no está tan mal

Como ya les anuncié hace unos días he estado de viaje jueves y viernes. El destino elegido ha sido Bruselas y, aunque el motivo central de la visita no era el turismo, sí ha habido, por supuesto, bastante turismo.

Pero de todo lo que he visto ya les hablaré en las próximas semanas (o meses, ya saben ustedes lo pesado que puedo llegar a ser :-), hoy de lo que quiero escribir es del viajé en sí, es decir, de los vuelos que me han llevado (y traído) a la oficiosa capital de Europa y que han sido operados por la polémica compañía Ryanair.

En parte por la propia personalidad de su CEO, Michael O'Leary, en parte por algunas polémicas decisiones empresariales y en parte por su agresiva forma de entender el low cost, Ryanair es una compañía que genera mucha polémica y una cierta desconfianza y de la que imagino que pocos esperarán un servicio de calidad.

Pero, ¿qué es un servicio de calidad en una aerolínea? Por supuesto el concepto depende del cada cliente en cuestión y también del vuelo elegido (no se requiere los mismos servicios en un Madrid - Bruselas que en un Madrid - Tokio), pero para un servidor un buen vuelo es uno que me ofrezca puntualidad, que no me pierda la maleta y que se haga un avión limpio en aparente buen estado de conservación.

En esta ocasión sólo llevaba equipaje de mano así que de las maletas no les puedo dar una opinión basada en la propia experiencia, pero de lo demás sólo puedo hablar bien: dos vuelos puntuales en sendos Boeing 737 prácticamente nuevos, limpios y sin mayores incidencias reseñables. Además, buscando por ahí resulta que, pese a su no muy buena prensa, Ryanair es una de las compañías más puntuales de Europa y de las que menos maletas pierde.

El precio de los billetes fue de unos 50 € por trayecto (lo más barato que encontré), a los que hay que añadir un par de euros extra para para poder tener prioridad en el embarque, algo realmente recomendable que nos permitió elegir y disfrutar asientos
mucho más cómodos en las salidas de emergencia, ya que tienen espacio para que uno pueda alargar las piernas.

Por supuesto, la compañía está muy enfocada a obtener ingresos suplementarios por otros métodos más allá del precio del pasaje. Así, además de ese extra por el embarque prioritario cobran 30 € por maleta que se facture; un suplemento según la tarjeta de crédito con la que se efectúe el pago (en mi caso ya está incluído en los 50 euros por trayecto de los que les he hablado) y que se pueden evitar si se dispone de una Visa Electron o de la propia tarjeta de Ryanair; lo habituales precios abusivos de refrescos, bebidas y comidas; el no menos común carrito de los perfumes y demás chorradas; publicidad en las portezuelas de los portamaletas...

Sin embargo, lo que se lleva la palma es el rasca y gana que ofrecen a mitad de vuelo, unas tarjetas con premios varios que el viajero puede descubrir a mitad del vuelo y que, según nos explican insistentemente en inglés y español, incluyen una donación (cuya cuantía no se especifica) a una ONG llamada Orbis y que trabaja, al parecer, para prevenir la ceguera en los niños del tercer mundo.

Una última muestra del espíritu ahorrativo de la compañía: la revista oficial que se reparte entre los pasajeros... se recoge poco antes de terminar el vuelo, no te la puedes llevar.

A mí, la verdad, me parece muy bien que Ryanair saque dinero de debajo de las piedras si eso le sirve para mantener mis billetes a un precio competitivo, es un modelo de negocio que resulta razonable, especialmente en determinado tipo de trayecto no demasiado largos (que son los que, sobre todo, cubre la compañía). Al final, la decisión de pagar más y tener otros servicios siempre estará en manos del usuario.

Por cierto, no fui al baño pero porque no tuve la necesidad, no porque quisieran cobrarme y, sí, me compré una de las tarjetas rasca y gana y no me tocó nada.

PD.: La foto de la tarjeta de es de la propia web de Ryanair y la imagen del avión es de Free Digital Photos y su autor es Matt Banks.

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